China, del comunismo al imperio del centro
Con el triunfo de la revolución comunista en 1949 la República Popular China buscó alcanzar tres objetivos: recuperar su independencia nacional, sacar al país del atraso en que había quedado respecto a Occidente, y alcanzar el comunismo, en una versión muy herética respecto al paradigma teórico en el que se apoyaba, el marxismo. Si China conoció una transformación intensa y brusca con respecto a su historia anterior con la llegada al poder de los comunistas en 1949, también volvió a conocer otra transformación intensa, aunque más gradual, con el inicio del período de las reformas en 1978. Este segundo giro llevó a un cambio de los objetivos iniciales, la independencia nacional estaba consolidada, el comunismo en su versión maoísta había fracasado, y China seguía siendo un país atrasado. La prioridad pasó a ser, pues, la de alcanzar el objetivo del desarrollo, lo que implicó, de una lado, sacrificar el objetivo del comunismo y, de otro lado, una vez logrado un exitoso desarrollo en cuatro décadas, plantear la posición de gran potencia de China.
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