Arte y revolución Activismo artístico en el largo siglo XX
En esta historia alternativa del «largo siglo XX», Raunig analiza las concatenaciones entre arte y política, desde la Comuna de París de 1871 hasta las turbulentas protestas contra la globalización en Génova en 2001, pasando por Sergei Eisenstein, Bretch y Benjamin, los situacionistas, el accionismo vienés y el teatro transgresor del PublixTheatreCaravan, con una coda hasta el 15M y las acciones feministas de la última década.
En esta investigación sobre qué ocurre exactamente cuando durante cierto tiempo se desarrollan zonas de solapamiento entre las máquinas revolucionarias y las máquinas artísticas (sobre qué ocurre a lo largo de la línea de fuga de arte y revolución), siguiendo el arte de fabricar conceptos preconizado por Deleuze y Guattari, Raunig desgrana momentos en los que arte y revolución se suceden sin apenas contacto, otros de concatenaciones negativas de oposición y momentos en los que priman las relaciones jerárquicas de subordinación. Son las concatenaciones transversales, cuando los métodos de la acción política y la práctica artística se infiltran mutuamente y se solapan temporalmente, las que pueden poner en marcha un devenir revolucionario, una máquina revolucionaria con todos sus componentes de resistencia, insurrección y poder constituyente.
Y es que al analizar las concatenaciones de arte y revolución, Raunig despliega además una propuesta concreta de revolución, una que no se limita a la toma del Estado, a partidos que se convierten en aparatos del cierre de la revolución en las instituciones: la música de la revolución social se empieza a tocar en el terreno maquínico-social y consiste en recolectar y ensamblar, inventar y componer socialidad, cooperación social, ecología social.
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