Oscar "Lujuria" Sancho Rubio
Segovia
Nací en un pueblo segoviano llamado Jemenuño. Es un pueblo tan pequeño que el río no puede pasar por medio del pueblo, pasa al lado. No creo que llegue a treinta habitantes en invierno. Pero adoro mi pueblo. Solo tiene una cosa mala. Mi casa está pegando a las eras. En esas eras, la Diputación de Segovia ha construido una pista de pádel a la que ha decorado con una enorme bandera (ya imagináis qué partido gobierna en la Diputación) que no me representa. Me he tirado todo el invierno viendo como la lluvia, el viento y los hielos ajaban y rompían la bandera. Un día, la bandera no estaba. Me sentí aliviado. Ese mismo viento, esa misma lluvia, esos mismos hielos han ido ajando y rompiendo un parque que había al lado con aparatos de ejercicios especialmente pensados para las personas mayores. Han ido ajando y rompiendo una caseta que hay al lado para esperar a cubierto en los duros inviernos al autobús, mejor, al coche de línea, que siempre lo hemos llamado así en mi pueblo. Han ido ajando y rompiendo bancos, calles… ¿adivináis que es lo que ha repuesto este verano la Diputación de Segovia? Lo habéis adivinado. La bandera. ¡Ah! y ha establecido un pago para el uso de la pista de pádel. Ya imagináis que partido gobierna en la Diputación de Segovia…
Mi padre era el maestro de mi pueblo. Mamé el amor a la pedagogía. Mi tío Antonio me regaló una cinta de Santana cuando apenas tenía trece años. Me conquistó una guitarra. Y de esa mezcla sale “Oscar Lujuria” un tipo que adora ser profe y que ama con locura el rock and roll. Y dentro del rock and roll, el Heavy Metal, que fue el que se apoderó de mi alma.
Aprobé las oposiciones. Mal está que yo lo cuente, pero fui el número uno de Castilla y León. Ser heavy (soy ochentero, nosotros no somos metaleros, somos heavys) no está reñido con nada. A ver si nos entra en la cabeza. Antes de sacar las oposiciones ya existía Lujuria.
Fui profesor interino en El Espinar (Segovia) y el padre de un queridísimo alumno mío que escribía en el periódico local de Segovia, “El adelantado de Segovia”, escribió una vez un artículo sobre mí. Yo había ido a tocar a San Rafael, un pueblo al lado de El Espinar, y vino a vernos. A su artículo lo tituló “Lobo de noche, caperucita de día”. Me encantó y no se me ocurre mejor manera de definirme. Durante el día, con mis alumnas y alumnos, trato de cumplir esa misión tan difícil que es enseñar a pensar, durante la noche, a golpes de riff, transmito mis pensamientos.