Calles secretas
Calles secretas, de Pierre Mac Orlan, publicado por entregas en 1934, es uno de los grandes reportajes del siglo XX sobre la mala vida y la hez social durante los convulsos y fascinantes años de entreguerras. Pierre Mac Orlan (1882-1970), auténtico y último aventurero venerado por Boris Vian, Raymond Queneau, Blaise Cendrars o Guy Debord, entre tantos otros, fue uno de los mejores escritores de su tiempo. Su ojo, casi clínico, en crónicas en los que desarrolló su singular estilo –que describió como «fantástico social»–, lo condujo hasta las calles más sórdidas y los abismos urbanos más tenebrosos, visitando covachas, prostíbulos y tabernas para encontrarse con los personajes que aparecen en este prodigioso ensayo, nunca antes publicado en castellano: parias con cicatrices y vidas de penalidades y navajazos, muchas putas y no pocos chulos (entre llamadas a la Mezquita o bandas de apaches) y legionarios –con los que confraternizó– en busca de una buena muerte. «Ya en decadencia –escribe en Calles secretas–, he reanudado la ruta que seguí “en los tiempos de mi loca juventud”. Me he tropezado de nuevo con el legionario de 1906, que ya no portaba su uniforme. Con él he fumado en pipa por las calles del viejo puerto, por las calles mortificadas del viejo barrio, ya acechado por los picos y las palas de las empresas de demolición». Todos ellos saben que el único camino posible es la cárcel, la parca o la locura, y él está allí para contárnoslo.
Orlan describe como nadie, con la precisión de un forense y siempre cerca del peligro, los bajos fondos y la estremecedora miseria de los «barrios rojos» de Túnez, Fez, Casablanca, El Cairo, Marsella, Berlín (un año antes de la llegada al poder de los nazis), Estrasburgo o del vibrante Barrio Chino barcelonés justo antes de su decadencia final.
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