Contra las cárceles, contra el Estado
La idea de la prisión surge en la historia como medio por el cual aislar y encerrar a aquellas personas que las autoridades consideraban molestas o subversivas a las leyes en vigencia, anormales a las pautas sociales establecidas. A lo largo de la historia, las cárceles y sus mazmorras han sido aplicadas de formas diferentes; pero siempre, absolutamente siempre, han constituido, bien en la era medieval, bien en la era moderna o contemporánea, una herramienta del poder impuesto, el medio coercitivo de reyes, de militares y de políticos.
El estado es un aparato de poder que basa su existencia en el crimen y en el robo, y que envilece, con sus fórmulas autoritarias e injustas de organización social, la convivencia de la sociedad, corrompiéndola y enfrentándola entre sí. No podemos querer ni pretender eliminar el delito ni la prisión, dejando intacto al mayor criminal de la historia: el estado. Debemos abolirlo y con el a todos esos representantes corruptos que viven a costa de los demás.
Es imprescindible acabar con el estado y con todas sus formas represivas, para desde sus ruinas edificar una nueva estructura social organizada según las necesidades populares.
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