El río de los dioses
A lo largo del siglo XIX las potencias europeas comenzaron a lanzar campañas de exploración destinadas a cartografiar los rincones desconocidos del planeta para extender sus imperios coloniales. Por aquel entonces, el interés por el antiguo Egipto era inmenso y, durante siglos, la ubicación del origen del río Nilo había estado rodeada de misterio.
Richard Burton y John Hanning Speke fueron enviados para reclamar el trofeo para Inglaterra y resolver el gran enigma geográfico de su época. Sufrirían enormes penurias, enfermedades y contratiempos, hasta que, tras varios años de exploración, en lo más profundo del interior de África, Speke se adelantó a Burton y afirmó haber encontrado el nacimiento del gran río en un enorme lago al que bautizó como lago Victoria. Cuando regresaron a Inglaterra, Speke se apresuró a atribuirse el mérito. Así se convirtieron en enemigos acérrimos, con el público del lado del más carismático, Burton, para gran envidia de Speke. El día antes de enfrentarse en un debate público, Speke se pegó un tiro.
Pero en ambas expediciones hubo un tercer hombre cuyas hazañas fueron aún más extraordinarias. Se trataba de Sidi Mubarak Bombay, un antiguo esclavo que utilizó su ingenio, su destreza lingüística y su valentía bruta para forjarse una vida como guía en África. Sin Bombay y hombres como él, que dirigieron, transportaron y protegieron la expedición, ninguno de los dos ingleses se habría acercado a la cabecera del Nilo, o, incluso, ni siquiera habría sobrevivido.
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