Jaime Velaz, el capitán de Amaiur
La Historia no es la "biografía de grandes hombres", pero sin duda algunas personas viven en primera línea el momento que les toca vivir. Es el caso de Jaime Vélaz. Nacido hacia 1475 en una familia de guerreros y predestinado por ello a la guerra, los cincuenta años de su existencia se repartieron entre el enfrentamiento civil navarro y la lucha por mantener una Navarra independiente.
El noble navarro, a quien hoy llamaríamos Jaime Vélaz de Medrano y Etxauz, es un personaje conocido, al menos de nombre, y fue aún más conocido para los que vivieron en su época. Sin embargo, quinientos años después de su muerte en las mazmorras del castillo de Pamplona no es fácil indagar en su biografía. Como casi todos los hombres -mucho más aún las mujeres- que nacieron a caballo entre los siglos XV y XVI apenas dejó nada escrito. Como la de tantos de sus contemporáneos, su vida quedó cubierta por las sombras de la historia.
Hasta hace muy poco, el capitán de Iguzkutza aparecía y desaparecía de nuestra memoria histórica apenas mencionado en la conquista del castillo de Amaiur. Hoy podemos comprobar que, antes de julio de 1522, Vélaz tenía un apasionante pasado. Y, como todos los personajes históricos -más aún, los que vivieron la conquista de Navarra- la valoración de su figura está rodeada de polémica. Para unos, héroe que lo sacrificó todo por seguir siendo solo navarro. Para otros, un traidor que no quiso ser español y se vendió a Francia.
Lo que sabemos de él nos lo muestra como un hombre valeroso, violento, carismático, enérgico hasta la cueldad y con un gran sentido de la lealtad y del honor. Sin duda, Jaime Vélaz responde a modelos de héroe romántico. Luchador incansable, lo sacrificó todo por sus ideales. Hacienda, familia y su propia vida. Contra viento y marea, decidió no plegarse al conquistador y permanecer leal al juramento de fidelidad prestado a sus reyes.
Lucha, honor, sacrificio, lealtad, integridad... Pero ni Vélaz ni otros luchadores de aquella guerra, agramonteses o beamonteses, fueron seres perfectos ni héroes legendarios. Fueron hombres de carne y hueso, con sus contradicciones, miserias y errores. Y eso es precisamente lo que convierte en más admirable su lucha en Amaiur. Lo que medio milenio después nos atrae de él y de ellos es su fidelidad a un ideal y su coherencia al defenderlo. Todos lucharon y muchos murieron defendiendo la Navarra que querían. Y lo que nadie puede negar al capitán de Iguzkitza es el haber personificado como ninguno la resistencia navarra a la conquista española.
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