La Banda
Bellón sabe que los problemas no vienen a buscarte a casa, hay que ir al bar para encontrarlos. Y es en el Menta y Canela, tomando la primera cerveza del día, donde aparecen. El Rojo, un viejo conocido, le pregunta si le gustaría participar en un negocio. Más por curiosidad que por codicia, Bellón acude a la reunión donde un tercer hombre le cuenta de qué va el asunto: atracar un banco en Getafe. El que suministra de efectivo al resto de sucursales de la zona, un golpe de millones de euros. Sus nombres en clave durante el asalto serán Melchor, Gaspar y Baltasar. Todo muy profesional, sin sorpresas. Bellón es consciente de que esos zapatos le vienen grandes porque él es un buscavidas, de esos que a cambio de un billete protege a prostitutas, escarmienta a maridos maltratadores o tira de las orejas a los morosos. Pero ya sabe demasiado del asunto como para echarse atrás. No puede evitar verse envuelto en una historia de traición, muerte, chantaje, policías corruptos… y dinero, mucho dinero. La ley y el crimen son dos mandíbulas de una misma boca que quiere tragarse a Bellón, aunque no resultará fácil ya que puede provocarles una indigestión.
Nadie es capaz de describir con mayor maestría que Julián Ibáñez el escenario del mundo de la delincuencia; utilizando un antihéroe como Bellón, con sus propios códigos morales, y dejándose arrastrar por su mala estrella, esa que guía en la novela a los atracadores disfrazados de Reyes Magos.
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