La casa hechizada
«Lo dejamos aquí», decía ella. Y él añadía: «¡Sí, pero también aquí!». «Está arriba», murmuraba ella. «Y también en el jardín», musitaba él. «No hagamos ruido», decían, «o les despertaremos».
Pero no era esto lo que nos despertaba. Oh, no. «Lo están buscando; están corriendo la cortina», podía decir una, para seguir leyendo una o dos páginas más. «Ahora lo han encontrado», sabía una de cierto, quedando con el lápiz suspenso en el margen. Y, luego, cansada de leer, quizás una se levantara y fuera a ver por sí misma, la casa toda ella vacía, las puertas quietas y abiertas, y sólo las palomas torcaces expresando con sonidos de burbuja su alegría, y el zumbido de la trilladora sonando allí, en la granja. «¿Por qué he venido aquí? ¿Qué quería encontrar?». Tenía las manos vacías.
Los libros, la literatura, como aseguraba Virginia Woolf, son el espejo del alma; por lo que en estos contundentes reflejos somos testigos de una profunda sensibilidad y de un heterodoxo y plural concepto vital. Entretenidos, intensos, profundos, singulares y, sin duda, indispensables, son los textos que Eneida editorial reúne bajo el sugerente título de La casa hechizada.
Haciéndose y deshaciéndose, alzándose, cayendo, alternándose las voces y los temas, con un rotundo y singular estilo, cercano a la experimentación formal, Virginia Woolf nos ofrece en este inexcusable volumen lo mejor de su narrativa breve; una formidable colección de relatos en los que el lector se deleitará con su precisión lingüística, su poderosa imaginación, y su genuina y desbordante originalidad.
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