La ilustración oscura Y otros ensayos sobre la Neorreacción
La salud, la belleza, la inteligencia y la gracia social han sido objeto de burla de un vasto campo de carnicería sin límites, requiriendo incalculables eones de masacre para sacar incluso las más sutiles ventajas. Esto no es solo asunto de los molinos sangrientos de la selección, sino también de las innumerables abominaciones mutacionales producidas por la locura del azar, mientras sigue su camino sin rumbo hacia un nimio rasgo conservable, y luego —aún más— de los horrores inevitables que conlleva la “aptitud” (o pura supervivencia) en sí. Somos una muestra minúscula de materia agonizante, monstruos genéticos de la supervivencia, sacados de un océano cósmico de viles mutantes, por una máquina despiadada de apetito infinito.
En la medida precisa en que se nos perdona la vida, incluso por un momento, degeneramos; y esta Ley de Hierro se aplica a todas las dimensiones y escalas de existencia: filogenética y ontogenética, individual, social e institucional, genómica, celular, orgánica y cultural. No hay maquinaria existente, o incluso rigurosamente imaginable, que pueda sostener un solo ápice de valor alcanzado fuera de las forjas del Infierno.
¿Qué es lo que la Neorreacción —quizás debería decir La Ilustración Oscura— tiene para ofrecer al mundo, si todo va de manera óptima (que, por supuesto, no lo hará)? Realmente, la respuesta honesta a esta pregunta es: el Infierno Eterno.Detalles
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