La sociedad autófaga Capitalismo, desmesura y autodestrucción
El mito griego de Erisictón nos habla de un rey que se autodevoró porque nada podía saciar su hambre, un castigo divino por violar la naturaleza. Esta anticipación de una sociedad condenada a una dinámica autodestructiva constituye el punto de partida de La sociedad autófaga. Anselm Jappe prosigue en ella la investigación comenzada en sus anteriores libros, en los que —releyendo las teorías de Karl Marx bajo el prisma de la «crítica del valor»— mostraba que la sociedad moderna se basa por entero en el trabajo abstracto y el dinero, la mercancía y el valor.
Pero ¿cómo viven los individuos la sociedad mercantil? ¿Qué tipo de subjetividad produce el capitalismo? Para comprenderlo, hay que retomar el diálogo con la tradición psicoanalítica, desde Freud hasta Erich Fromm o Christopher Lasch, y renunciar a la idea, forjada por la Razón moderna, de que el «sujeto» es un individuo libre y autónomo. En realidad, este es fruto de la interiorización de las coacciones creadas por el capitalismo, y hoy en día el receptáculo de una combinación letal entre narcisismo y fetichismo de la mercancía.
El sujeto fetichista-narcisista ya no tolera ninguna frustración y concibe el mundo como un medio sin fin consagrado a una desmesura sin límites. Esta pérdida de sentido y esa negación de los límites desembocan en lo que Anselm Jappe llama la «pulsión de muerte» del capitalismo: un desencadenamiento de violencias extremas, de matanzas en masa y de asesinatos «gratuitos» que precipitan el mundo de los hombres hacia su caída.
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