Samuel Fuller Recorrido afectivo por la obra de un cineasta libre.
Manos peligrosas, Corredor sin retorno, Perro blanco... Las peli´culas de Samuel Fuller, como su vida, han dado pie a numerosos malentendidos en torno a la violencia, la poli´tica, la guerra, los hombres, las mujeres, Estados Unidos. De todos los cineastas de su generacio´n (Robert Aldrich, Richard Brooks o Nicholas Ray), Fuller es el que ha suscitado con el paso de los an~os las evaluaciones y los juicios ma´s contradictorios, a los que sobrevivio´ esple´ndidamente. Independiente hasta la intransigencia, rabioso, li´rico, tierno, narrador de fabulosa inventiva, impertinente, divertido, en una palabra: libre. Defendi´a un cine modesto en cuanto a los presupuestos y a los materiales con los que le gustaba trabajar, pero se enorgulleci´a de anteponer su nombre como guionista, director y a menudo productor de sus peli´culas.
La tremenda energi´a que todos le reconoci´an fue durante mucho tiempo objeto de una confusio´n. Lejos de tratarse de una fuerza bruta y ciega, debe verse, al igual que ocurri´a con Balzac, al que admiraba, como la postrera fuerza creadora.
Las peli´culas de Samuel Fuller esta´n marcadas por su propia vida. Sus inicios como reportero criminalista y su participacio´n como soldado en la Segunda Guerra Mundial.
Entre sus admiradores destacan directores y cineastas como Martin Scorsese, Franc¸ois Truffaut, Jim Jarmusch, Quentin Tarantino y Jean-Luc Godard.
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