Tonino
A partir de 3 años.
Tonino, claramente, es un pingüino:
chaqueta con faldones, culo fino,
pico naranja y ojos de botón,
rellenito y torpón.
A Tonino le importa tres pepinos
lo que piensen su madre y sus vecinos.
Él sueña con vivir en el desierto;
esto es lo único cierto.
Esta es la historia atípica de un pequeño pingüino, Tonino, que quiere convertirse en un auténtico beduino. Para cumplir este sueño extravagante, se escapa de casa y consigue llegar ¡hasta Argel!
Una vez allí, para atravesar el desierto, no duda en comprarse un camello, pero este, al igual que la historia y su protagonista, también tiene su singularidad: cojea y tropieza al andar.
Aunque el deseo de Tonino es llamativo, no lo es anhelar aquello que dista de lo que tenemos o somos, tampoco es inusual que los pequeños se sientan atraídos por la aventura o lo desconocido. Esta es una característica propia de la infancia y una forma habitual de aprendizaje.
Por ello, no estamos ante una decisión tan estrambótica. Tonino podría ser un niño o adulto cualquiera que, como todos, en algún momento de la vida, ansía salir de la rutina o huir de lo que es o cree que no es.
El pingüino emprende ilusionado y lleno de expectativas esta aventura. Inicia, así, un viaje espacio-temporal y, principalmente, de madurez y aprendizaje.
Como suele suceder con los relatos de viajes, esta también es una metáfora de la vida, que acostumbra a demostrarnos que valoramos lo que tenemos en cuanto lo perdemos. Y es lo que descubre rápidamente nuestro entrañable y divertido personaje.
Para el escritor, Miguel Salas Díaz, Tonino es un cuento sobre el “difícil equilibrio entre el deseo de vivir emocionantes aventuras y la necesidad del calor familiar”.
Cuando se enfrentó a la historia, el ilustrador Paolo Domeniconi también tuvo claro que este era el principal mensaje del cuento y así intentó plasmarlo, jugando sobre todo con el color. Consecuentemente, representó las noches en el desierto de Tonino, apenas iluminadas y con tonos apagados.
Además, el oasis carece de la connotación de felicidad que suele suponer en otros contextos. En el cuento, aparece como un espejo en el que se refleja la soledad del protagonista. Por el contrario, con la vuelta a casa y el redescubrimiento de los afectos, las ilustraciones recuperan la energía y el color.
Domeniconi explica que, en sus ilustraciones, buscaba transmitir que el origen de la marcha de Tonino está en su curiosidad insaciable y en las ganas de conocer otros lugares -de ahí sus ojos “grandes y expresivos”- y que su huída no se debe ni a su familia ni a su hogar, que define de “acogedores”. Por ello, la gama cromática de tonos cálidos para el Polo.
Como anécdota sobre su primera colaboración con OQO, el ilustrador explica cómo de este trabajo surgió la oportunidad de dar vida a una imagen que “tenía en mente desde hacía tiempo”. Para regresar al Polo, Tonino utiliza un pez submarino con una forma insólita, que viene de una pregunta que le “atormentaba”: “si los aviones tienen alas, ¿por qué los submarinos no tienen aletas?”.
Texto de Miguel Salas
Ilustraciones de Paolo Domeniconi
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