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Ion Andoni del Amo: “La fijación de los circuitos alternativos a la banda sonora y estética de los años 80 los estaba dejando vacíos”

Ion Andoni del Amo Castro (Durango, 1974) es ingeniero de Telecomunicaciones y licenciado en Sociología, máster en Modelos y Áreas de Investigación Social, y doctor en Comunicación Social, con la tesis que da origen a este libro. Tiene una trayectoria investigadora en temas relacionados con la cultura, la música, los movimientos sociales, las nuevas tecnologías, y el cambio social y cultural, con varias publicaciones científicas. Actualmente es profesor en la UPV y miembro del grupo de investigación NOR.

JON JIMENEZ: Hay un cierto boom informativo-retrospectivo con respecto al punk y los años 80, pero los análisis sobre lo ocurrido desde 1990 hasta la actualidad escasean.

ION ANDONI DEL AMO: El rollo retrospectivo, de fijar la vista atrás en la historia del rock, es generalizado. Y en Euskal Herria los 80 se han convertido en nuestros años dorados, esa especie de paraíso perdido de gloriosa autenticidad y pureza. No en vano los 80 en este país ¡han durado 25 años! Hasta llegar incluso a producir saturación. Lo que ha pasado desde 1990 apenas está analizado, eclipsado por esa mitología ochentera. Y han pasado cosas importantes e interesantes.

¿Por qué te sumergiste en la tarea de articular una historia que incluyera también estos últimos años?

En primer lugar, por una comparación y una preocupación: la fijación de los circuitos alternativos (txoznas, gaztetxes, tabernas del rollo...) a la banda sonora y estética de los 80 los estaba dejando un tanto vacíos. Eran 'mis' circuitos y ‘mi’ banda sonora, y veía que esto no ocurría en otros lugares como Berlin, Londres o Amsterdam, donde los espacios contraculturales eran también espacios de experimentación cultural con otras estéticas -hip-hop, electrónica-. Y eso también molaba. Intentar comprender lo que aquí pasaba y lo que no, por otro lado, requería hacer el relato completo, ir hasta la génesis del presente ciclo cultural y ponerlo en relación con los cambios sociales y políticos.

Una banda sonora que recorre los últimos 60 años de historia de Euskal Herria. Del casete grabado al Spotify; de Mikel Laboa a Las Tea Partys o More Jaia, pasando por Eskorbuto; de los kantaldis a los festis... ¿Tanto hemos cambiado en poco más de medio siglo?

Hemos cambiado en muchas cosas -cambios sociales, culturales, económicos, políticos, tecnológicos-. Probablemente estemos cerrando el ciclo que se abre en los 60 y que supone al tiempo la afirmación y transformación de una identidad cultural (y política) comunitaria y popular, que va a combinar, de forma tan conflictiva como exitosa, elementos contraculturales con trazos del euskera y la cultura euskaldun. Aunque haya cuestiones que se repiten cíclicamente: el mismo rechazo, similares conflictos y argumentos aparecen tanto con el surgimiento de la Nueva Canción Vasca, como con la explosión punk o las rupturas estéticas más actuales.

Observamos también cierta crítica -o una cierta obsesión sana- hacia la música comercial (pop, patxanga…), tanto en la radio pública vasca (Euskadi Gaztea), como en los espacios festivos alternativos (txoznas, gaztetxes...). ¿Hemos perdido, con respecto a las generaciones anteriores, criterio, “gusto”, bagaje musical?

Un fragmento de la entrevista con los responsables de la sala Fever de Bolueta, recogida en el libro, da cuenta de esa discusión sobre la pérdida de gusto musical entre las y los jóvenes: "Quizás tampoco nunca lo tuvieron", responde uno de ellos, relativizando esa tendencia a la nostalgia, al “antes era mejor”. Hay un cambio evidente en el significado social de la música, influenciado por los cambios tecnológicos, que propician que el acceso a ella ya no esté tan mediado por redes y afectos personales (te la descargas tú solo, sin que nadie te grabe casetes o te pase un disco), pero también por la penetración de la lógica capitalista en el campo cultural. Euskadi Gaztea es al tiempo escenario y precursora de estos cambios.

No oculto mis pocas simpatías por la música comercial, pero he intentado mirar y analizar los cambios sin dejarme llevar por cierta retromanía o sin mirarlos desde el balcón generacional del “antes todo era mejor”. Y en ocasiones, quizás, incluso consiga disimular esa sana obsesión.

De la lucha armada (ETAm, ETApm...) a nuevas formas de movilización (15M), de la deslegitimación de las élites franquistas a la asunción del marco autonómico... Has intentado plasmar también los cambios operados en el tablero político analizando la articulación idioma-reivindicación política-estilo, que varía con los años. ¿Podemos hablar también de pérdida de identidad en el movimiento independentista vasco?

Es necesario analizar también los cambios en el tablero político, porque están relacionados con los culturales. Especialmente en Euskal Herria, donde nuestra institucionalización dependiente y ausencia de política cultural y educativa hasta finales del siglo XX ha propiciado que los movimientos de defensa cultural y los políticos se entremezclen, con sus virtudes y riesgos. La consolidación del marco autonómico, junto a otros cambios, va a afectar y transformar todo ello.

En consecuencia, no se trata tanto de una pérdida de identidad del movimiento independentista, sino de una necesidad del mismo de trascender la fuerte definición identitaria y comunitaria con la que surge. En lugar de pérdida de identidad, entendida en términos trágicos y nostálgicos, la necesidad de articular un movimiento independentista que no pivote sobre la identidad, sino sobre lo universal, para la gran mayoría de las y los vascos. Esa es la transformación que precisamente, aún en muchos casos sin reflexión, está sucediendo en los espacios contraculturales y de ocio como las txoznas.

Has querido ir más allá de la mera crónica y analizar en profundidad las raíces de la cultura y la contracultura, la influencia de la música, de un modo quizás más teórico, pero que nos da un marco para comprender los cambios operados en la sociedad.

El relato tiene forma de crónica, casi de novela; he intentado no cargarlo desde el principio con rollos teóricos. Pero es más que relato, porque incorpora reflexiones y referencias sobre los debates y el papel de la cultura, la contracultura o la música. Y he intentado que contribuya a la reflexión, a veces incluso provocativamente. En un país como el nuestro, en el que la música ha tenido tanta importancia social, seguir sus disonancias permite escuchar también el estruendo de las batallas y los cambios.

En corto

-Un cantautor: Mikel Laboa

-Un grupo musical de los 80: Principalmente por las letras, La Polla

-Un grupo musical actual: We Are Standard, a quienes apenas conocía cuando empecé esta investigación

-En fiestas:

¿Bares o botellón? Bares, no tengo edad de botellón ya...

¿Lonja o gaztetxe? Ni para esto, aunque algún gaztetxe...

-Un libro: Todavía, Rayuela, de Julio Cortázar

-Uno sobre música y contracultura: Rastros de carmín, de Greil Marcus

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