La transición energética de Ignacio Galán, explicada a sus víctimas | Oriol Malló
El Informe Iberdrola es un recorrido a escala global por el mundo que el capitalismo verde está construyendo frente a nuestras narices. Los campos eólicos marinos que se construyen en las costas de Normandía o Massachusetts, o los bosques de aerogeneradores que se apoderaron del Istmo de Tehuantepec en pocos años, son el adelanto de una restauración disfrazada de revolución. Entre la vieja guardia del oligopolio, la nueva burguesía de las renovables y las instituciones financieras que avalan los proyectos verdes se profundiza en la privatización del sector eléctrico y se cargan los costos a millones de rehenes-consumidores cuya función es pagar una imposible transición energética con visos de convertirse en la mayor transfusión de dinero público a manos privadas del siglo XXI.
Unas pocas multinacionales, subvencionadas por nuestros impuestos y nuestros recibos de luz, están definiendo las reglas y acaparando los beneficios de la transición energética hacia un sistema eléctrico descarbonizado. Iberdrola, primer grupo energético del reino, es la vanguardia corporativa de este reguero de polígonos de viento y sol que se extiende sin misericordia por todo el territorio. ¿Cómo se convirtió la más conspicua representante del oligopolio eléctrico en abanderada de la lucha contra el cambio climático?
El capitalismo verde es la respuesta de los herederos del poder hidroeléctrico franquista a las nuevas condiciones de un mercado sin fronteras, de jugadores globales, montados en el protocolo de Kyoto y en poderes públicos, controlados por corporaciones. Junto a socios emergentes en el negocio de las energías renovables, la vieja y la nueva burguesía del cambio climático se aprestan a dominar el mercado eléctrico y sus derivados financieros, como los bonos de carbono. Frente a nuestros ojos, mientras crece el choque energético mundial, accionistas, gerentes y propagandistas varios aprovechan el paso del “capitalismo fósil” al “capitalismo verde” para dar otro pelotazo de dimensiones mundiales, cuyas consecuencias para los sistemas eléctricos nacionales y sus usuarios, condenados a la pobreza energética, se perciben ya en todo el mundo.
La doctrina del choque climático se nutre de un consenso de élites destinado a evitar un futuro de energía nacionalizada, barata y abundante bajo control de monopolios públicos. Esas políticas han abierto las puertas a Iberdrola en regiones tan estratégicas como Estados Unidos, Brasil, Reino Unido o México, escenario, este último, de la más acérrima batalla entre una empresa pública de electricidad y un cártel de productores y comercializadores de energía que parasita el Estado desde hace un cuarto de siglo.
Entre su redentorismo mediático, sus grandes complejos eólicos y fotovoltaicos o sus imputaciones judiciales, Iberdrola –histórica fusión de Iberduero e Hidrola, los dos gigantes del oligopolio eléctrico franquista– resume la marcha triunfal del capitalismo ibérico a caballo de dos siglos. Reconversiones tecnológicas, puertas giratorias y mercados cautivos, nacidos del saqueo original del Tajo y el Duero, son un inagotable maná de poder hidroeléctrico que permite a Iberdrola cargar el precio más alto en las subastas eléctricas, con sus kilovatios de agua turbinada.
El ejército corporativo que abandera Ignacio Galán es la mayor fusión de intereses entre el ecologismo neoliberal, el capital eléctrico-financiero y las estructuras estatales, como la Unión Europea, al servicio de la acumulación privada. Sirva este viaje por la telaraña mundial de Iberdrola y sus múltiples, y a veces sorprendentes, compañeros de viaje, desde el Gobierno de Estados Unidos hasta Greenpeace o BlackRock, para entender ese nuevo orden del capitalismo verde que llegó para quedarse.
Oriol Malló Vilaplana
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