Los trozos de madera de Dios | Guía de lectura
El 10 de octubre de 1947, los 20.000 ferroviarios de la línea Dakar (Senegal)-Bamako (Malí) se declararon en huelga. Fue un durísimo enfrentamiento, crisol de diferentes y variadas luchas -anticolonial, obrera, feminista…- que duró cinco meses y que marcó un punto de inflexión en las relaciones entre la población y la administración colonial. Este conflicto vertebra esta gran novela de Ousmane Sembène, que bordó sus páginas con la agilidad de un director de cine, describiendo cada escena con mesura, con justeza de tono, con trazos firmes, sin odio. Desbordando en cada página, en cada situación mostrada, un profundo humanismo revolucionario. A continuación, repasamos los personajes de la obra con esta pequeña guía de lectura.
En breves y ágiles viñetas, Sembène expone las vicisitudes que sufren los obreros senegaleses en huelga y sus familias, las reacciones frente a las presiones de la compañía ferroviaria, la toma de conciencia de la mayoría explotada, a pesar de las deserciones de los débiles y egoístas, de las traiciones internas y la brutalidad represiva, el aprendizaje político en la vida sindical. En medio de esta masa anodina y aparentemente resignada van perfilándose caracteres a quienes la huelga va devolviendo su humanidad, enseñándoles que puede transformarse un mundo de injusticias con la acción coordinada.
Personajes que ya más nunca abandonarán al lector o lectora:
Bakayoko
El militante sindicalista revolucionario que sacrifica su individualidad en aras de la lucha. Amado por los que lo conocen y admiran; odiado por los que saben que representa una conciencia de clase en plena madurez, que subvertirá el orden injusto imperante; envidiado por los mediocres que jamás lograrán igualar su entrega absoluta y su devoción al pueblo.
Penda
La mujer independiente, la que lleva «mala vida» para una sociedad que le designó a su género un escalón inferior, a la sombra del hombre. Prostituida por el colonialismo, descubre de nuevo una profunda razón de vivir al saber que puede ser útil, que hay también un lugar para ella en la lucha.
N’Deye Tuti
La joven estudiante, de origen proletario, presa entre su fascinación por la «dulce Francia» idealizada y la dura realidad de su existencia cotidiana. Casi extranjera entre los suyos y jamás aceptada en el mundo de los europeos. Víctima de la hipócrita política asimilacionista francesa, a quien la violencia, la muerte y la miseria van despojando de sus mitos pequeño-burgueses.
Ad’jibid’ji
La niña precoz, la nueva África, que todo lo analiza, ávida de conocimientos, que rompe ya el estrecho círculo destinado a la mujer por la tradición islámica, y crece en medio de los libros de su padre Bakayoko. Participa silenciosa en las asambleas sindicales y siente ya sobre su espalda los golpes de la represión.
Niakoro
La vieja Niakoro, el África milenaria que muere, víctima de todas las violencias, testigo doloroso de todas las transformaciones. Humana, sabia, eternamente sorprendida al ver cómo se hunde su mundo, encarna todo lo hermoso de la vida tradicional y a su vez pare al revolucionario Bakayoko.
Fa Keita
El viejo obrero ferroviario arrancado de sus meditaciones idealistas por la violencia y que es hundido en la terrible realidad de los campos de prisioneros. Humillado, torturado junto con sus compañeros de lucha, encuentra una inexpugnable fuerza en lo más profundo de su ser: la fe. El África mística, la gran tradición musulmana, que se enfrentó heroicamente a la invasión francesa.
Maimuna
La ciega, desvalida e infeliz, memoria ancestral, eterna griota (poeta-cantor ambulante, bertsolari, de África occidental) que entona los cantos épicos del África legendaria y sostiene con su coraje a los vacilantes, mientras deja escuchar su voz que brota de lo más profundo de su soledad.
Texto basado en un artículo de Rogelio Martínez Furé.
El autor
Ousmane Sembène murió en Senegal hace varios años, pero sigue siendo considerado el mejor cineasta del continente africano. Además de activo militante político, fue un gran novelista. Los trozos de madera de Dios es el mejor exponente. A pesar de que en francés se sigue reeditando año tras año, fue traducida al castellano por primera y última vez en Cuba hace 45 años y desde entonces permanecía descatalogada. Su edición fue un acto de solidaridad internacionalista y esta reedición pretende poner un vagón más a ese tren en marcha que es la ternura de los pueblos.
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