Maquis, la guerrilla vasca (1938-1962)
Mediante testimonios orales de los supervivientes y documentación inédita del Partido Comunista, Mikel Rodríguez reconstruye aquella guerra desigual y desesperada que se prolongó durante 20 años. Comunistas vascos como Jesús Monzón, Celestino Uriarte, Luis Fernández, Victorio Vicuña o Fermín Isasa, son rescatados del olvido para la historia y las generaciones posteriores. Esta es la memoria de aquellos hombres y mujeres que pelearon, en nombre de la dignidad, por la democracia, la libertad y la igualdad.
El término maquis viene de la palabra maqquia, que en corso significa matorral. Pero los historiadores la utilizamos para denominar a los hombres y mujeres que durante la Segunda Guerra Mundial se enfrentaron desde la clandestinidad a los alemanes en Francia. En la Unión Soviética, Yugoslavia e Italia se utilizó el término partisano y en castellano la palabra justa sería guerrillero, origen también del término en euskera. Precisamente, y debido a que muchos de los guerrilleros que en 1944 regresaron a España y Euskadi para derrocar el régimen de Franco habían luchado en el maquis francés, se aplicó este nombre al movimiento armado antifranquista de los años cuarenta y cincuenta.
Durante la Segunda Guerra mundial cientos de miles de exiliados republicanos se encontraban en Francia. Habían pasado la frontera para escapar de los vencedores de la Guerra Civil. La reacción de los franceses fue encerrarlos en campos de concentración. A los vascos, en el campo de Gurs, junto a aviadores y veteranos de las Brigadas Internacionales. De estos refugiados, algunos regresaron a España y otros emigraron a Latinoamérica. Pero en mayo de 1 940, cuando Francia fue derrotada y ocupada por los alemanes, la mayoría seguía allí, Y muchos de estos refugiados decidieron echarse al monte, porque los nazis los consideraban rojos peligrosos y habían decidido su eliminación en los hornos crematorios. En un primer momento se trató de un movimiento espontáneo, una huida para salvar la vida. Luego, a lo largo de 1941 y 1942, algunos dirigentes del PCE y de la FAI los fueron organizando, creando células militares, de información, grupos de paso de frontera, un aparato de propaganda... Y comenzó la coordinación con otros grupos de extranjeros comunistas y judíos que se encontraban en similar situación. Los franceses tardaron algo más en organizarse, porque el trauma de la derrota los dejó noqueados y porque su vida no peligraba si se mantenían pacíficos en sus casas y trabajos. Pero a partir de 1942 los franceses jugarán un papel cada vez más importante.
Los grupos comunistas constituyeron en Francia la Unión Nacional Española (UNE) y su brazo armado, la Agrupación Guerrillera. Esta organización, que teóricamente incluía a todos aquellos exiliados dispuestos a luchar contra Franco y el fascismo -socialistas, republicanos, anarquistas, jeltzales…- estaba dirigida por el PCE. En su plana mayor había numerosos vascos: Jesús Monzón, máximo líder del PCE en Francia; Luis Evaristo Fernández, el comandante de la Agrupación Guerrillera; el pasaitarra Zamud, jefe del aparato de pasos; Victorio Vicuña que mandó la primera unidad armada la Brigada del Ariège; José Antonio Mendizabal, que comandó la brigacla del Gers... Dicho esto, da la impresión de que el número de vascos en el maquis no fue alto si lo comparamos con el de otros pueblos peninsulares. Las razones son varias. El Gobierno de Euzkadi no dio consignas concretas al respecto y no existía la misma persecución hacia el vasco que hacia el rojo español, por lo que la huida a la montaña no era perentoria. Ademáss, los valores católicos de la mayoría de los nacionalistas dificultaban su participación en una lucha que planteaba continuos dilemas morales: no hacer prisioneros, ejecutar acciones que podían causar la muerte de inocentes, atentar contra el ocupante a sabiendas de que algún civil podía ser asesinado en represalia... La unidad en la que lucharon más vascos fue la brigada de los Bajos Pirineos. A lo largo de su campaña que culminó en agosto de 1944 con la liberación del oeste del departamento y la captura de la guarnición alemana, esta unidad hizo más de quinientas bajas al enemigo, cifra superior al conjunto de sus efectivos, que nunca pasaron de trescientos hombres.
Mientras, en la Península muchos rojos habían subido a la sierra para salvar la vida. Son los llamados huidos, republicanos que han dejado su casa para evitar el paseo -la ejecución extrajudicial- o el juicio y el consiguiente fusilamiento. Este fenómeno no se produjo en Euskadi, porque aquí el número de anarquistas y comunistas era escaso y a los jeltzales desde 1939 no se les solía aplicar la pena capital, pues las nuevas autoridades reconocían que no tenían crímenes de sangre. Por otra parte, quien estaba en peligro en Euskadi, normalmente cruzaba la muga y pasaba a Francia, por lo que no había huidos en el monte. Tras la derrota de los alemanes, los dirigentes de la UNE prepararon una invasión para derribar a Franco, pues creían que cuando se combatiese en España los aliados se verían obligados a intervenir y cambiar un régimen profascista por una democracia. En octubre de 1944, la UNE proclamó que había llegado la hora de la Reconquista de España y unos 3.000 guerrilleros cruzaron la frontera por Huesca, Lérida y Navarra. En total unos ochocientos maquis se concentraron en el área Olorón-Mauleon-Ustaritz para invadir el Viejo Reino. En la invasión participaron muchos guerrilleros vascos: José Luis Sarasqueta, José Arandia, Andrea Rodrigo, Pedro Salazar, Felipe Celay, Germán Carriquiri, Jacinto Ochoa, Angel y Tomás Galé, Roberto Gayarre, Vicente Abadía, Ubaldo Sola... Las operaciones se iniciaron la noche del 3 al 4 de octubre. Se produjeron duros combates a lo largo de todo el mes, pero la operación se saldó con un gran fracaso. Tras ello, la Dirección comunista cambió de táctica e inició la infiltración de pequeños grupos para que iniciaran la lucha armada en amplias regiones. Cuarenta maquis veteranos, mandados por Victorio Vicuña, fueron enviados a las Vascongadas con el objeto de realizar acciones armadas en las ciudades y en las zonas montañosas. Dieciocho meses después el grupo había sido desmantelado por las fuerzas franquistas, pero las actividades de los maquis prosiguieron de forma discontinua hasta inicios de la década de los sesenta.
Nuestro libro trata del papel de los guerrilleros vascos en la lucha contra el fascismo y la dictadura franquista durante la Segunda Guerra mundial y la posguerra. Mediante testimonios orales de los veteranos supervivientes y documentación inédita del Partido Comunista reconstruiremos aquella guerra desigual y desesperada que duró veinte años. Conflicto ignorado por historiadores e instituciones que hasta ahora no habían estudiado con profundidad el fenómeno del maquis en Euskadi. Asistiremos al papel de primera fila que desempeñaron muchos comunistas vascos, conocidos u olvidados -Jesús Monzón, Celestino Uriarte, Vicente Uribe, Luis Fernández, Dolores Ibarruri, Victorio Vicuña, Fermín Isasa- en esta sorda lucha y seguiremos las acciones de la Agrupación Guerrillera de Euzkadi desde la invasión de Navarra en octubre de 1944 hasta su liquidación violenta por las fuerzas franquistas. Rescataremos del olvido la historia de unos hombres y mujeres que no luchaban por la dictadura del proletariado, sino por la libertad, la igualdad y la democracia. Unos hombres y mujeres a los que hace cincuenta años se les intentó quitar la vida —y en muchísimos casos lo lograron, aunque nunca arrebataron su dignidad- pero a los que aún hoy se les niega la memoria y la palabra.
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