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«Me conmovió tanto el testimonio de los supervivientes de la huida que decidí hablar de su historia»

En febrero de 1937, cuando las sombras del ejército golpista se cernían sobre Málaga, miles de personas se lanzaron desesperadas a la carretera que conducía a Almería, huyendo de una ciudad sitiada por el avance de las fuerzas franquistas. En el trayecto, fueron atacados y bombardeados por tierra, mar y aire, y se estima que entre 3.000 y 5.000 personas perdieron la vida. Esa tragedia sirve como punto de partida de la nueva novela de Amaia Oloriz Rivas (Atarrabia, Nafarroa, 1962), El eco de la huida. La escritora navarra, siempre sensible a las historias que se le imponen sin remedio, sintió la necesidad de hacer un sitio en su obra a ese episodio, aún desconocido para muchos. Porque, para ella, la literatura es, sobre todo, una herramienta para dar la palabra a quienes fueron condenados al silencio.

El punto de partida de El eco de la huida es la masacre perpetrada en febrero de 1937 contra civiles y milicianos que huían de Málaga a Almería, un trágico episodio de la guerra civil española, que, pese a su gravedad, no es muy conocido. ¿Cuál crees que es la razón de este silencio?

 

La información que consta sobre el suceso de la huida habla de varias razones que motivaron el silencio: las cifras de muertos resultaron tan escalofriantes que el régimen franquista no quiso dar publicidad al suceso porque su barbarie escandalizó incluso a sus aliados. La República calló porque pesaba sobre ella la responsabilidad de no haber defendido la ciudad de Málaga. El Gobierno, preocupado por el avance de Franco sobre Madrid, dejó a la ciudad en manos de escasas tropas de milicianos, mal armados, descoordinados y sin un mando único que organizara la defensa. La población que sobrevivió al genocidio guardó silencio por miedo a las represalias.

 

¿Cómo conociste tú esta historia y qué te ha llevado a indagar en ella? ¿Qué aspectos de este episodio te impactaron más?

 

Es curioso, pero siempre tengo la sensación de que son las historias las que vienen a buscarme a mí. Con el caso de la huida fue de forma fortuita, aunque es cierto que las consecuencias del golpe de Estado es un tema que me interesa y suelo atender las noticias relacionadas con el conflicto que se generó. Fue en un documental grabado por la televisión andaluza en el que se daba espacio al relato de varios supervivientes de esa huida. Eran niños entonces, pero todos recordaban con horror el sonido de las bombas, los gritos, la sangre, los muertos, el hambre, las duras jornadas de camino… Me conmovió mucho su testimonio y decidí que debía hablar sobre ese capítulo de nuestra historia desconocido para gran parte de la población. 

Me impactó muchísimo el dolor de las mujeres y el de los niños, por ser ellos los más vulnerables en cualquier conflicto. Las mujeres, porque siempre asumimos el papel de cuidar a los nuestros y de intentar proteger sus vidas. Y en el caso de las criaturas, porque carecen de recursos para defenderse, porque dependen de las decisiones, acertadas o desacertadas, que tomamos por ellos, porque nunca un niño o una niña debería ver ni vivir el horror y la violencia que ofrece la sociedad adulta.

 

Me gusta que mis protagonistas me sorprendan y que sean ellos los que arrastren a la trama a nuevos personajes

Abre el libro una cita del médico brigadista canadiense Norman Bethune, quien aparece también mencionado en la novela. ¿Qué importancia ha tenido para ti su trabajo en la creación de esta historia? ¿Qué otras fuentes han sido cruciales en tu proceso de investigación y escritura?

Gracias a Norman Bethune tenemos constancia de la barbarie. Además de poner su camión a disposición de la población para su traslado a Almería, fotografió la caravana de personas que inundaba la carretera. En sus imágenes se refleja la impotencia de las madres, el agotamiento físico de pequeños y mayores, el abandono, el miedo, la muerte. Es un reportaje que no te deja indiferente. Además del libro La desbandá de Norman Bethune, hay numerosos artículos que hablan sobre el tema. Nieves Concostrina ha dedicado varios de sus programas de radio al tema de la huida, siempre es un placer escucharla y aprender con ella. 

Protagoniza El eco de la huida una familia separada por culpa de la guerra que busca respuestas. ¿Cómo fue el proceso de crear estos personajes y entrelazar sus historias personales con la historia colectiva de la Guerra Civil?

 

Crear personajes es uno de los trabajos que más me gusta. Cuando comienzo mis novelas nunca tengo en la cabeza un numeroso elenco de personajes y, además, desconozco de entrada qué va a ser de ellos. Como he dicho en otras ocasiones, me gusta que mis protagonistas me sorprendan y que sean ellos los que arrastren a la trama a nuevos personajes. Y esto, que pudiera parecer complicado, a mí me resulta sencillo; la necesidad crea al personaje.

 

A lo largo de la novela encontramos muchos ejemplos de la represión franquista, como el robo de bebés, los internados del miedo o la incautación de bienes. ¿En qué medida consideras necesario seguir poniendo palabras a lo ocurrido y dando voz a los represaliados? ¿Cómo puede la literatura contribuir a denunciar y recordar la barbarie de la dictadura?

 

Me parece importante dar a conocer a mis lectores aquellas historias que me impresionan y conmueven cuando las descubro. Por ejemplo, documentándome para este nuevo trabajo conocí la existencia de los internados para huérfanos de guerra. Los testimonios de los niños y niñas que les tocó vivir esa horrible experiencia me resultaron tan terroríficos que consideré imprescindible hablar de los internados del miedo en El eco de la huida. Creo que cualquier forma de expresión es una ayuda necesaria para dar luz y voz al silencio al que son condenadas habitualmente las víctimas civiles.

 

Conocí esta historia gracias a un documental en el que se daba espacio al relato de varios supervivientes. Eran niños entonces, pero todos recordaban el sonido de las bombas, los gritos, la sangre, los muertos, el hambre

Pese a la dureza de muchos pasajes de la obra, también aparecen personajes que luchan por el reconocimiento de lo ocurrido, la recuperación de la memoria y la reparación de las víctimas. ¿En qué te inspiraste para crearlos?

 

Pienso que las personas estamos dotadas de una humanidad que, en general, nos ayuda a empatizar con el dolor de nuestros semejantes. Me gusta crear personajes con los que el lector pueda sentir reflejada su sensibilidad hacia el dolor y las injusticias que sufren otras personas. Con estos personajes rindo mi particular homenaje a las personas que de forma anónima luchan y defienden a los desamparados, a las víctimas de la injusticia, del hambre o de las guerras. Dora, Julián, León o Mariana son algunos de los protagonistas que aportan esa humanidad al texto. Su presencia en la novela es importante para demostrar que, frente a la injusticia y el dolor que unos imponen, siempre hay otra parte de la sociedad que no acepta ese comportamiento y lucha por otros ideales más humanos e igualitarios.

 

Este libro nos lleva a un territorio fuera de Nafarroa, el lugar donde se ubican la mayoría de tus novelas. ¿Cómo ha sido la experiencia de situar la trama en un contexto diferente al que estás habituada?

 

Voy a reconocer que me dio miedo saltar esa barrera de territorio conocido, pero, ciertamente, el dolor, el hambre o la injusticia no reconocen fronteras. En mi novela El llanto de las amapolas, se describen situaciones originadas por el golpe de estado en Nafarroa, y tras conocer lo ocurrido en otras provincias, puedo asegurar que el castigo, los asesinatos o las incautaciones guardan un patrón parecido en todas ellas. En mis novelas tiendo a dar más importancia a las relaciones humanas que a la descripción del entorno, aunque siempre procuro informarme sobre lugares y costumbres del espacio en el que se desenvuelven mis protagonistas.

 

Tus novelas siempre tienen la memoria histórica como eje central. Afirmas que para algunos lectores resultan duras por la crudeza de lo que cuentan. Sin embargo, aseguras que estos son los temas que te mueven a escribir. ¿Seguirás explorando este camino mediante la ficción en el futuro?

 

Hay voces que me piden un cambio en la temática de mis novelas y otras que me animan a seguir en el camino de la memoria histórica. Yo insisto en que cada nueva historia vendrá en mi busca y aceptaré encantada el reto.

 

Creo que cualquier forma de expresión es una ayuda necesaria para dar luz y voz al silencio al que son condenadas habitualmente las víctimas civiles

Esta es tu séptima novela. Comenzaste a escribir y publicar de manera autodidacta, pero tus libros han tenido una excelente acogida entre el público y ya has recorrido un camino notable como escritora. ¿Cómo lo estás viviendo?

 

Reconozco con sinceridad que nunca imaginé que esto podría sucederme. Lo vivo con enorme gratitud. Son muchas las personas que me han ayudado a recorrer este camino y soy consciente de que sin su apoyo nunca hubiera llegado a este punto en el que me encuentro. En mi cabeza y en mi corazón siempre habrá un lugar para ellas.

 

¿Qué aprendizajes y experiencias destacarías de tu trayectoria?

 

Con cada nuevo trabajo aprendo. En la tarea de investigar sobre los distintos temas que he tratado en mis libros he encontrado noticias o testimonios que me han abierto los ojos a asuntos desconocidos: el circo Anastasini en Lodosa, las dificultades a las que se enfrentaban las mujeres de Roncal y Salazar en su travesía por los Pirineos para trabajar en la confección de alpargatas en Francia, las infrahumanas condiciones de los presos en el Fuerte de Ezkaba, el protocolo que se sigue para la exhumación de fosas, las despreciables artimañas que se utilizaban para robar niños y niñas a sus padres, rutas del contrabando en Nafarroa…

La escritura en sí misma es una experiencia que enriquece mi vida. Gracias a ella he vivido situaciones muy emotivas y reconfortantes. Por recordar alguna, destacaría la vivida en Lodosa con familiares de represaliados. Otra experiencia que me conmovió fue la de visitar el interior del Fuerte de Ezkaba. Guardo también un grato recuerdo de las experiencias vividas como escritora invitada en varias bibliotecas y en clubs de lectura de Nafarroa, Cantabria y La Rioja. Hoy puedo sumar a estas experiencias la novedad de trabajar de la mano de la editorial Txalaparta en este nuevo libro. Ha sido un trabajo bonito y gratificante y estoy muy contenta con el resultado. Espero no defraudar a los lectores y que El eco de la huida sea un libro que les emocione que les enseñe y que les sorprenda.  

 

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