Pepe Rei, un periodista irreductible
Casi veinte años después de aquel fatídico accidente que lo dejó paralizado y atado a una silla de ruedas, la vida de Pepe Rei se apagó definitivamente el pasado 9 de marzo. Periodista de raza, puso la corrupción y la guerra sucia en su punto de mira y tuvo que sufrir las consecuencias. La historia de esta editorial queda para siempre marcada por el vendaval que nos azotó en los años noventa con la publicación de los trabajos de nuestro querido francotirador gallego, tan apreciados por nuestros lectores como perseguidos por quienes tenían algo que ocultar.
En 1991 publicamos La cloaca vasca. Fue el primero de los ocho libros que editamos a Pepe Rei en una década donde escribir, editar o investigar la corrupción en Euskal Herria era peligroso. Dirigiendo el potente equipo de investigación de Egin, Pepe se convirtió en el periodista más incómodo del Estado. Gallego afable, tremendamente audaz y trabajador obsesivo, cada vez que lo citaban a un juzgado o lo metían en prisión salía con la misma sonrisa y mayores motivaciones. Al PNV le destapaba el negocio de las tragaperras; a la Guardia Civil el del narcotráfico; a los jueces sus prevaricaciones y a sus colegas de profesión sus fondos de reptiles. Denunciar en Egin o en Txalaparta a los corruptos se había convertido en «señalar objetivos a la ETA», argumento tan endeble con el que ni los mismos jueces españoles, tan arbitrarios ellos, se ponían de acuerdo.
Editar a Pepe era crearse problemas y enemigos, pero como decía él mismo «es la factura por oponerse al pensamiento único». También por adelantarse uno a su tiempo. En 1993 editamos La red Galindo, un retrato del siniestro coronel de la Guardia Civil, jefe del centro de torturas de Intxaurrondo. Estaba basado en un documento oficial del fiscal Navajas, luego ocultado, que sostenía que Intxaurrondo era un foco de corrupción. La aparición del libro vino precedida por una campaña del ABC y declaraciones del ministro del Interior Corcuera y del fiscal general del Estado, que intentaron por tres veces el secuestro cautelar de la obra. La presentación abarrotó de periodistas el hotel Orly de Donostia. «Pero, ¿ustedes están diciendo que el máximo representante de la lucha antiterrorista está al frente de una red de prostitución y droga?» preguntó el corresponsal de El País. Pese a la precampaña, la publicidad pagada en los medios que la aceptaron y la expectación suscitada, todos los periódicos, salvo Egin y Egunkaria, silenciaron el libro. Silencio terrorífico, que indicaba el cierre de filas en torno a la Guardia Civil.
El benemérito personaje sintió herido su honor y nos demandó, consiguiendo que un juez nos condenara a indemnizarle con cinco millones de pesetas, al final fueron ocho, a la sazón bastante dinero. En 1995 el Gobierno del psoe lo ascendió a general y fue digno de ver cómo el ministro de Justicia e Interior, Juan Alberto Belloch, le ponía el fajín, el mismo Belloch que siendo juez «progre» había escrito para Txalaparta un artículo en el libro El GAL, solo cinco años antes. Aquel libro, prologado por Denis Langlois, acusaba ya directamente a Felipe González, Corcuera y Barrionuevo de organizar el terrorismo de Estado. Cosas veredes.
Pepe Rei no se mordía la lengua. Volvió contra Galindo con el libro Intxaurrondo. La trama verde, donde «allí, con la plena aquiescencia de jueces y políticos, se ha torturado salvajemente a centenares de personas indefensas. De este recinto salieron furtivamente los escuadrones de la muerte que, disfrazados con siglas fantasmagóricas, segaron la vida de los mejores hijos de este pueblo. Pero, por si ello no fuera suficiente, el cuartel se convirtió en la principal sucursal de los poderosos cárteles del narcotráfico que, de forma vil y con total impunidad, se dedicaron a arruinar la vida de miles de jóvenes vascos». Y daba nombres completos: Rodríguez Galindo, Felipe Bayo Leal, Enrique Dorado Villalobos, Fidel del Hoyo Cepeda, José Domínguez Tuda.
A Baltasar Garzón, su juez perseguidor, Pepe respondió con el libro Garzón. La otra cara, un libro inacabado, hecho más desde la rabia urgente que desde el paciente desplumaje que merecía el gallo capón de la Audiencia Nacional. Aún así era un esbozo demoledor del hombre que más torturados ha tenido en sus manos, posiblemente de todo Europa, en el último medio siglo.
En una de sus estancias en la cárcel, Pepe nos envió una carta en la que reflexionaba sobre su tozuda existencia: «Me he colocado conscientemente al lado de los que luchan por dejar oír su voz de igual a igual, de aquellos que piensan que ningún hombre es superior a otro hombre y que el futuro solo es posible si hay libertad. Y para procurar llevar adelante mis sueños he elegido la trinchera que está situada justamente enfrente de quienes han convertido el mundo en una mercancía».
Y así fue. Pepe Rei lo dio todo por su profesión y por su país de adopción. Y sirvan estas líneas como reconocimiento y homenaje a uno de los nuestros. Eskerrik asko, Pepe. Lurra arin bekizu, lagun.
Joxe Mari Esparza Zabalegi
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