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Slavoj Žižek | Venezuela y capitalismo

Extracto del libro ¡Bienvenidos a tiempos interesantes!, de Slavoj Zizek, sobre violencia, Estado, capitalismo y Venezuela. El libro vio la luz en su primera edición en 2011. Txalaparta lo publicó un año después. A varios años vista observamos cómo algunas de las claves a las que apunta son, hoy, mucho más evidentes que entonces.

En breve: el tema de la violencia debería ser desmitificado. El problema del comunismo del siglo XX no era que recurriera a la violencia per se (la toma violenta del poder estatal, el terror para mantener el poder), sino un modo general de funcionamiento que hizo esta recurrencia a la violencia inevitable y legítima (el Partido como instrumento de la necesidad histórica, etcétera). A principios de los años setenta, en una nota dirigida a la CIA en la que aconsejaba sobre cómo debilitar el Gobierno democrático de Salvador Allende, Henry Kissinger escribió sucintamente: «Hagan sufrir a la economía». Altos representantes de EEUU admiten abiertamente que la misma estrategia es aplicada hoy [año 2012] en Venezuela. El exsecretario de Estado Lawrence Eagleburger declaró en el noticiero Fox:

El atractivo de Chávez para el pueblo venezolano solo funcionará mientras la población vea que con él existe la posibilidad de un mejor estándar de vida. Si en algún momento la economía realmente empeora, la popularidad de Chávez dentro de su país con toda seguridad caerá: esa es, en principio, el arma que tenemos contra él, un arma que deberíamos estar usando, es decir, las herramientas económicas para malograr su economía y lograr así que su atractivo dentro del país y la región disminuya. […] Cualquier cosa que podamos hacer para que su economía entre en dificultades, en este momento, es buena, pero hagámoslo de manera que no nos ponga en conflicto directo con Venezuela y si es que podemos hacerlo sin problemas.

Lo mínimo que se puede decir es que semejantes declaraciones dan credibilidad a la conjetura de que las dificultades económicas enfrentadas por el Gobierno de Chávez (escasez de productos y de electricidad, etcétera) no son solo el resultado de la ineptitud de su propia política económica. Aquí llegamos a un punto político crucial, difícil de aceptar para algunos liberales: claramente no estamos lidiando aquí con procesos y reacciones ciegas del mercado (por decir algo, dueños de tiendas que tratan de obtener mayores ganancias al retirar de sus estantes algunos productos), sino con una elaborada estrategia, totalmente planificada: en esas condiciones, ¿no se justifica plenamente, como medida de respuesta, una especie de ejercicio del terror (redadas policiales a depósitos secretos, detención de los especuladores y coordinadores de la escasez, etcétera)? Incluso la fórmula de Badiou de «sustracción o resta, más solo una violencia reactiva» parece insuficiente en estas nuevas condiciones: la idea de que, ya que el capitalismo está en todas partes y los intentos de abolir el Estado fallaron catastróficamente o acabaron en violencia autodestructiva, deberíamos sustraernos de la política estatal y crear espacios autónomos en los intersticios del poder de Estado, recurriendo a la violencia solo como respuesta y cuando el Estado ataque directamente esos espacios. El problema es que hoy el Estado se está volviendo más y más caótico, falla en su verdadera función de apoyo a la circulación de bienes, al punto que no podemos ni siquiera darnos el lujo de dejar que el Estado haga lo suyo. ¿Tenemos el derecho de mantenernos a una distancia del poder estatal cuando este se está desintegrando, convirtiéndose en un obsceno ejercicio de violencia que oculta su propia impotencia?

Slavoj Žižek
¡Bienvenidos a tiempos interesantes!

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