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Un viaje lleno de éxitos, dentro y fuera del campo

Los gudaris del balón fueron futbolistas vascos que utilizaron el deporte con fines solidarios durante la guerra civil española. Lucharon con su mejor arma, el balón, abarrotando los campos de fútbol, y con sus recaudaciones lograron mitigar las penurias de la guerra y situar al País Vasco en el mapa mundial.

Los gudaris del balón es la historia de la selección vasca de fútbol denominada Euzkadi creada en el contexto de la Guerra Civil por el lehendakari Aguirre. El equipo viajó por Europa y América para dar a conocer la situación del País Vasco en la guerra, hacer propaganda en favor de la República y recaudar fondos para los refugiados y niños de la guerra. Una de sus grandes aportaciones fue la de sostener económicamente un hospital que creó el Gobierno Vasco para mutilados en un antiguo casino, el hospital de La Rosarie de Biarritz. Sus mayores éxitos deportivos los consiguieron en la antigua URSS, en Moscú, San Petersburgo o Tbilisi, donde los campos de fútbol se abarrotaron, con más de 90 000 espectadores. Allí donde iban eran recibidos con homenajes, y su fama ayudó a situar el País Vasco en el mapa mundial.

Sin embargo, no todo fue positivo. Tras viajar por Francia, Eslovaquia, Polonia, Rusia, Ucrania, Bielorrusia, Georgia, Noruega y Dinamarca, se embarcaron hacia México, y allí les intentaron manipular las fuerzas españolistas, que no cesaron hasta la disolución del equipo. La prensa y la afición, sin embargo, los recibieron como auténticas estrellas, llenando los andenes de la estación. Su presencia era un reclamo para el fútbol mexicano que se profesionalizó gracias a la competencia que crearon en sus partidos.

Tras una primera estancia en México viajaron a la Argentina. Allí la FIFA, por presiones de la Federación Española de Fútbol de San Sebastián, que estaba en manos franquistas, prohibió que cumpliesen sus contratos con Boca Juniors, San Lorenzo o River. Sin casi dinero por no poder recaudar fondos y tras el abandono de varios jugadores, decidieron regresar a México, ya que allí la Liga Mayor DF los había aceptado como un equipo más, el Euzkadi. Pero el sector afín al franquismo continuó con ciertas hostilidades por no ver con buenos ojos a los refugiados republicanos, lo que originó graves altercados en los partidos de los clubes mexicanos contra los equipos España y Asturias.

La expedición vasca, en cualquier caso, fue respetada tanto a nivel deportivo como social. En México, donde pasaron más tiempo, sus jugadores eran ídolos, y deportivamente también creaban gran interés, ya que ayudaban a desarrollar el fútbol local. Además, cuando no jugaban la Liga Mayor hacían labores sociales a favor de colectivos menos favorecidos, disputando partidos amistosos en otros estados. Poco a poco, su labor propagandística se fue diluyendo para sobrevivir con las recaudaciones escasas de los partidos. Una vez terminada la etapa de México, viajaron a Canadá, pero para entonces su existencia no tenía ya sentido, y el equipo se disolvió en agosto de 1939.

La gran mayoría de jugadores rehicieron sus vidas en México; allí se casaron y hoy en día sus hijos y nietos mantienen una estrecha relación con el país. Melchor Alegría, delegado del equipo, fue su alma mater, y hasta su muerte, cada 6 de enero se juntaban los antiguos compañeros para celebrar su cumpleaños. Aquel equipo de hermanos fue la primera selección nacional que se puso a las órdenes de un Gobierno en un conflicto bélico.

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