Cabacas
Ellos entraron “con todo” aquella fatídica noche del 5 de abril de 2012 en aquel oscuro callejón. Ellos salieron con las manos manchadas de sangre.
Durante los años que ha durado este proceso, familias y amigos han demostrado dignidad frente a la vileza de los necios. Humildad frente a la soberbia y la arrogancia de quienes han mostrado indiferencia. Han actuado con honestidad frente a la desvergüenza de los encubridores. Han convertido todo su dolor y rabia, en aplauso y sonrisa, esa sonrisa que identificaba a Iñigo allá donde iba.
Todas estas personas han mostrado durante este largo y tortuoso camino, todo el cariño frente a la frialdad de los cómplices, yendo de cara, con la verdad con mayúsculas, frente a la humillación y escarnio. La verdad frente a la injusticia, la Memoria intacta frente a la amnesia perversa. La tenacidad de una familia, el apoyo incondicional de sus amigos, el trabajo incansable de los miembros de la plataforma en memoria de Iñigo… y un sinfín de personas que han recorrido un proceso duro, soportando la arrogancia y el menosprecio de los justificadores de lo injustificable.
Si algo ha quedado claro en este caso es que el poder no claudica. El poder puede permitirse mentir, ocultar pruebas, manipular, pervertir el lenguaje, pero nunca claudicar, aunque ello suponga una clara injusticia. Prefieren la injusticia a mostrarse débiles.
A falta de justicia, la gente tiene claro lo que sucedió aquella noche en aquel callejón. No hay verdad judicial que se imponga sobre la verdad de los hechos. Una verdad que estaba en los audios difundidos por un medio de comunicación que fue perseguido por revelar a la ciudadanía lo que realmente sucedió. La realidad no estaba en la sentencia, estaba en aquella voz ejecutora que ordenó por radio “entrar con todo” y que ni siquiera fue imputado.
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