La sima: punto final | Jose Mari Esparza Zabalegi

Todo ocurrió como mejor lo habíamos soñado. Las instituciones se volcaron, los vecinos se implicaron y todo lo que sugería el libro se confirmó tras el trabajo de Aranzadi. El tabú había desaparecido. El homenaje y enterramiento de los cuerpos el 2 de septiembre del pasado año supuso, ante todo, un acto de hermandad entre los familiares y los vecinos. Los artistas dieron forma al recuerdo. Versos y músicas animaron una liturgia triste, pero esperanzada. En pocas ocasiones el editar un libro produce una reacción social similar y un desenlace tan espectacular.

La cuarta edición recoge las novedades de estos últimos años y confirma nuestras hipótesis: Aquello fue un acto de guerra, pues sin la guerra no hubiera ocurrido. Juana Josefa y sus hijos fueron catalogados como “indeseables” por un bando de guerra criminal. Y los máximos responsables ejecutaron ese bando, sin necesidad de subir hasta la cima de Legarrea.

Fue también un crimen de género, por eso libraron a Pedro, el marido y José Martín el hijo mayor, y se ensañaron con Juana Josefa. Por eso mancharon su imagen, llamándola fulana, mala esposa, mala mujer, mala madre.

Pero también fue un crimen ideológico, inquisitorial,  porque Juan Josefa, como su madre Andresa y su hermana Petra, no encajaban en los moldes del nacionalcatolicismo. Eran mujeres más libres y sin duda, tenían más relación con sus viejas creencias que con los preceptos del catecismo.

Vecinos del valle tuvieron su grave responsabilidad, de eso no hay duda. Fueron presa de sus miedos, de sus frustraciones, de sus envidias, de sus atavismos. Y fueron también marionetas de un régimen de terror en el que la Iglesia, la Guardia Civil, las derechas navarras tuvieron todo el poder en su mano, para hacer que las cosas ocurrieran y para evitar que ocurrieran. Y optaron por lo primero.

Jose Mari Esparza Zabalegi, autor del libro La Sima. ¿Qué fue de la familia Sagardía?