Iñaki Egaña: “Lo impresionante es el proceso de inventariado y sellado. El movimiento de tantas toneladas de armamento en un estado que, no hay que olvidarlo, está en situación oficial de guerra”
En su nuevo libro, Iñaki Egaña recoge más de una veintena de testimonios de los principales agentes políticos, sociales, internacionales y clandestinos que intervinieron en el desarme de ETA; además de documentos y fotografías inéditas; las claves del contexto político.... Es, sin duda, el relato más completo sobre un proceso que cambió la manera de afrontar el conflicto vasco y que marcará, sin duda, un antes y un después en los procesos de desarme en conflictos internacionales: la vía vasca.
El proceso que lleva a que ETA se declare el 7 de abril de 2017 “organización desarmada” es trepidante y extraordinario, ¿qué es lo que más te ha sorprendido mientras escribías el libro?
A la par que escribía se estaban produciendo los pasajes más extremos de la crisis catalana, al menos hasta ahora, y eso me ha sugerido entender la prepotencia y actitud del Gobierno español en el proceso de desarme. A fin de cuentas, el actor era el mismo. Me ha sorprendido la determinación en el desarme de ETA, a pesar de las trabas capaces de tumbar a un elefante y, sobre todo, la implicación internacional de fundaciones, asociaciones, etc.
Hubo más de una vía explorada para el desarme. Resumiéndolo mucho, ¿cuáles eran las opciones?
La implicación de un estado, en los últimos años el francés, era la vía natural que daba credibilidad al proceso. Finalmente ha sido de esa forma pero con una variable que se ha convertido en el eje central, la de los artesanos. Eso es lo que le ha conferido una singularidad nuevamente, la vasca.
Hasta la operación policial que culmina con la detención de Txetx Etcheberry, Beatriz Molle, Stéphane Etchegaray, Mixel Bergouignan y Mixel Berhokoirigoin no estaba claro el modelo de desarme. ¿Luhuso lo cambia todo?
El modelo estaba claro y de ahí el inventariado y los sellados. La vía para hacerlo efectivo era lo que quedaba en el aire. Con Luhuso hay un antes y un después. La activación de un sector que había sido aliado del Gobierno de París y el currículo de los protagonistas hace reflexionar al Ejecutivo llegando a la conclusión de que los informes que recibía sobre la cuestión vasca no eran acertados. Estaban contaminados por el lobby español en Francia. La realidad era otra. Es a raíz de esa reflexión cuando se produce el cambio de actitud.
De todas formas, no podría haberse avanzado tanto en ese camino si no se hubieran producido de antemano cambios en Ipar Euskal Herria y en el propio Gobierno francés. En tu opinión, ¿cuáles son los principales?
La implicación civil y política en Ipar Euskal Herria es paralela a la reivindicación de un estatus singular. En ese proceso se producen confluencias que en Hego Euskal Herria no se entienden porque la fase política al sur de la muga se reproduce en un bucle interminable. En Ipar Euskal Herria la movilización es por un nuevo escenario y el desarme entra, entre otros temas, en la ecuación. Al igual que la situación de presos y exiliados. Había temor a la llegada de Fillon al Gobierno. Finalmente fue Macron. Pero tanto o más que la implicación del Gobierno de Hollande fue la salida de Manuel Valls la que dio un impulso, la piedra con la que tropezaron intermediarios y protagonistas.
El libro es crítico en algunas partes con el papel del Gobierno vasco y el papel del lehendakari y el secretario de Paz y Convivencia Jonan Fernández. ¿Hubo demasiado cálculo?
El libro refleja la realidad. El papel del Gobierno de Urkullu ha sido secundario, a su pesar. Y esa falta de protagonismo ha sido la que le he llevado a congelar los tiempos, a poner en peligro incluso el proceso con interpretaciones muy superficiales, lo que sugiere que sus fuentes no eran demasiado fiables o simplemente que eran las de Rajoy. Con posterioridad han construido un relato que no se corresponde con la realidad.
La jornada de desarme es una operación logística impresionante. Según narras “militantes presos que habían ostentado años atrás importantes responsabilidades en los aparatos logístico y militar enviaron su enhorabuena a la dirección de la organización. Algunos ya lo habían hecho después de Luhuso. No solo por motivos políticos, sino también técnicos: nadie mejor que ellos sabían lo que costaba realizar operativos de semejante envergadura.
Lo impresionante es el proceso. El inventariado y el sellado. El movimiento de tantas toneladas de armamento en un estado que, no hay que olvidarlo, está en situación oficial de guerra, desde los atentados yihadistas en París de 2015, lo hace más complicado. Con la espada de Damocles de si los zulos estaban o no balizados, tal y como descubrió ETA en Carlepont, cerca de París.
Sin duda, el desarme ha sido uno de los hitos del proceso llamado unilateralidad, ¿te parece que hay lecciones que se pueden extraer para otros aspectos del conflicto?
Las lecciones se han ido produciendo paralelamente al curso político desde la declaración de Aiete de 2011. A veces la impresión era que ETA maniobraba con lentitud. Pero siempre había una razón para explicar los tiempos. En algún momento, la crítica pareció pública y ETA se refirió a la “paciencia revolucionaria” como un valor para hacerle frente.
La respuesta de Veronique Dudoet, de la Fundación Berghof (Berlín), a la pregunta sobre si el modelo vasco de desarme sería estudiado internacionalmente, fue concluyente: “Sí, definitivamente sí. No ha sido especialmente cubierto por los medios de comunicación globales, salvo jornadas clave como las del 8 de abril en Baiona. Pero cuando cuentas cómo se desarrolla ese proceso aquí, realmente se asombran y se emocionan”. ¿Tú también lo crees?
De hecho ya lo es. El simposio anual de organizaciones internacionales que trabajan por la paz y que tiene lugar en Oslo ha tenido a la “vía vasca al desarme” como uno de los temas principales. Las experiencias de cinco o seis asociaciones involucradas en el caso vasco seguro que van a originar un cambio en sus estrategias para los próximos años. O, al menos, la posibilidad de explorar otros frentes en procesos que están estancados como el vasco.
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