Raúl Sendic: homenaje a un héroe desconocido y olvidado
Raúl Sendic, descendiente de familia vasca, fue un hombre insólito, de azarosa trayectoria y final trágico. Su gesta significó un punto de inflexión para el norte pobre del Uruguay en la segunda mitad del siglo XX. Defendió hasta las últimas consecuencias a los trabajadores rurales, explotados por empresarios y terratenientes que violaban sin escrúpulos cualquier rudimento de derecho laboral. Incansable activista en los diversos sindicatos, pasó a ser pieza clave del Movimiento de Liberación Nacional del país: los Tupamaros; por decreto gubernamental, los innombrables.
Tras renunciar a cursar el último año de abogacía, obtuvo un título de procurador que le permitió consagrar su erudición en leyes, su vastísima cultura y sus hormonas a defender con el cotidiano riesgo de su vida a los obreros cortadores de caña de Bella Unión, la ciudad más septentrional del Uruguay, fronteriza con Brasil y Argentina. Aquellos «peludos», sus mujeres y los peluditos, de piel tiznada para siempre por el humo de los cañaverales quemados, tenían prohibida toda reunión fuera de los surcos del corte. Y los pistoleros a sueldo de empresarios azucareros y latifundistas asesinaban, sin castigo alguno, a todo sindicalista que intentara ilustrar u organizar a los peludos. Pero Raúl, escondido entre las altas cañas por las noches, o en los burdeles de Bella Unión, logró fundar la legendaria UTAA (Unión de Trabajadores Azucareros de Artigas), contribuyó a demostrar el mito alentado por los partidos burgueses de que la República Oriental del Uruguay era la Suiza de América, y de que el eje de la lucha de clases no estaba en los grandes sindicatos de Montevideo y el sudoeste muy rico del país, como creían los comunistas y socialistas uruguayos de los años cincuenta, sino en el nordeste de la más brutal e infame expoliación, desconocida incluso para la mayoría de los ciudadanos capitalinos.
Por su lucha sindical y guerrillera se convirtió en uno de los fugitivos más buscados por las fuerzas armadas de la dictadura, a las que casi siempre logró burlar con estrategias novelescas y arriesgadas.
A través de la narración de sus más espectaculares acciones, de las torturas que sufrieron él y sus compañeros como Pepe Mujica o de la fuga del penal de Punta Carretas, Daniel Chavarría quiere hacer justicia, con esta biografía novelada, a una de las figuras eternas, y a veces olvidadas, de las luchas de emancipación americanas.
Daniel Chavarría, que dedicó gran parte de su obra a cultivar la novela de aventuras, convencido de que en ella se encuentra lo más valioso de la narrativa y el teatro de la humanidad, vio en la vida de Sendic una gran novela de aventuras. Pues eso fue la vida de este vasco del norte, de cuarta generación, cuyos antepasados proceden de Etxarri. Aprendió a leer a los cinco años con ayuda de una hermana, y desde entonces, con su portentosa memoria, atesoró una cultura universal no solo en ciencias políticas, económicas e históricas, sino con una versación descomunal en el campo de la biología; y a lo largo de este memorable texto, que no se puede soltar, lo veremos robando armas de un club de tiro, cayendo preso, fugándose con otros 111 compañeros de la cárcel de Punta Carretas, y, tras una gesta heroica, tras torturas y prisiones perversas, cinco minutos antes de morir, lamentando no haber podido cumplir su juramento juvenil de completar la obra de liberación que dos siglos antes iniciara el general don José Gervasio Artigas, Padre de la Patria y Protector de los Pueblos Libres. Y, sin embargo, la relativa bonanza y el adecentamiento que el Frente Amplio ha logrado en estos tres gobiernos sucesivos se deben a Sendic más que a ningún otro político uruguayo.
Extracto editado del prólogo del libro, de Daniel Chavarría
A Sendic lo oí mencionar a fines de los sesenta cuando colaboraba con guerrillas colombianas. Luego, en el setenta, ya exiliado, me ufané de que los tupamaros se fugaran de Punta Carretas y secuestraran a Dan Mitrione, tierno amante de los perros y profesor de tortura para los esbirros de la Policía en Montevideo. La colosal estatura política e intelectual de Raúl Sendic solo pude aquilatarla en el 87. Ese año regresé a Cuba de un rápido viaje al Uruguay, tras 24 años ausente del Río de la Plata, con una docena de libros escritos por autores de indudable autoridad documentaria y ética.
Desde entonces veneré a Sendic, como al héroe nacional que es hoy. Y, cuando ya me acerco a los 80, veo con tristeza que ni siquiera en Cuba se lo conoce bien. Por ello me decidí a difundir su vida pasmosa para presentarlo a un gran público que simpatiza y apoya las causas justas, aunque jamás lea ensayos ni literatura política. Aunque muchos consuman narrativa de ficción, por llegar más rápido y con menos trabajo al corazón que la verdad científica. Quiero movilizar la emoción, no solo la de mis compatriotas que ya conocen y se han emocionado lo suficiente con el gran líder, sino también la de las mayorías que al menos lo respetan por sus hormonas o por su inteligencia justiciera. En cuanto a los muchos que todavía lo odian, no son enanitos de este cuento.
Sin falsear los hechos, apelaré a esa licencia permitida al autor de biografías para insertar diálogos o pensamientos que no existieron como tales, pero corresponden, por su tipicidad, a los esperados de ciertos personajes en situaciones concretas.
Considero una injusticia que ya casi a un cuarto de siglo de su muerte, el Sendic profundo, dual, visionario político, originalísimo y osado en el pensamiento y el combate, sea todavía un desconocido fuera del Uruguay.
Sobre el autor
Daniel Chavarria vivió, desde 1969, en Cuba, a donde llegó en una avioneta secuestrada. Entre 1975 y 1986 trabajó como traductor de literatura alemana en el Instituto Cubano del Libro y fue profesor de Latín, Griego y Literaturas Clásicas en la Universidad de La Habana. Autor de numerosos artículos, guiones, cuentos y novelas, con Joy (1978) inició una carrera literaria que lo convertiría en uno de los grandes narradores latinoamericanos. Recibió numerosos galardones por sus obras, entre las cuales destacan La sexta isla, El rojo en la pluma del loro o, las publicadas por Txalaparta, Una pica en Flandes (2009), Príapos (2010), Allá ellos (2011), Adiós muchachos (2013) y Raúl Sendic. Por la huella de Artigas (2015). Daniel Chavarría falleció el 6 de abril de 2018.
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