Sacco y Vanzetti, los hijos del pueblo | Osvaldo Bayer
Los anarquistas italianos Sacco y Vanzetti fueron ejecutados el 23 de agosto de 1927 en EEUU. Pocos escándalos judiciales han causado en el mundo la sensación de este caso. Pocos han perdurado tanto en el tiempo, tal vez porque fue el preludio de una política de control social e ideológica todavía vigente. Helmut Ortner narró su historia en este libro y, con motivo de su publicación, Osvaldo Bayer nos envió esta semblanza para una de las primeras revistas de Txalaparta.
La historia tiene increíbles enseñanzas. En lo más enmarañado de las inmoralidades y cobardías civiles, de pronto, una estampa toda impregnada de solidaridad, de dignidad, de absoluto desprecio a los valores falsos de la riqueza, el poder, el cinismo. Dos humildísimos obreros pasaron a ser las figuras limpias de la dignidad y la solidaridad: Nicola Sacco, zapatero, y Bartolomeo Vanzetti, vendedor de pescado. Los dos contra todo el poder del capital y el Estado de la nación más poderosa del mundo: EEUU.
Dos trabajadores inmigrantes frente a una sociedad de la cínica religiosidad y del dólar como valor que compra todo: enemigo de la virtud al altruísmo y de los que creen en el gesto y no en la moneda.
Dos humildes trabajadores italianos condenados a muerte por la falsa justicia estadounidense y por los amanuenses de ese poder: el juez Thayer y el gobernador de Massachussets, Fuller. Dos nombres que pasaron definitivamente al tacho de la basura de la historia.
El trágico día de la silla eléctrica, el 23 de agosto de 1927, el mundo se detuvo. Y no es éste un símbolo agitativo, no, los obreros de todo el mundo pararon las ciudades, las distancias y el mar: tranvías, subterráneos, ferrocarriles, barcos, detuvieron su marcha, las máquinas de las fábricas, las peonadas del campo, todos pararon el mundo ese 23 de agosto. Hasta el aire quedó en silencio en la India, en la China, en Sudáfrica, en Australia. Pero en Buenos Aires, en Montevideo, y en un sin fin de ciudades estalló la dinamita de protesta en el frente de las embajadas del Imperio. Todos los grandes pensadores del mundo enviaron su indignado reclamo contra la sociedad perversa del poder: Einstein, John dos Passos, Bernard Shaw, Thomas Mann, Marie Curie, Anatole France, Romain Rolland, H.G.Wells, Miguel de Unamuno... Hasta el fascista Mussolini, ante la presión de su propio pueblo, se vio obligado a enviar un pedido de clemencia mostrando todo su cinismo ya que las cárceles italianas encerraban en ese tiempo a los más dignos representantes del pensamiento de libertad y rebeldía.
¡Qué fuerza increíble la de la solidaridad de los pueblos! Pero no sólo el 23 de agosto de 1927. El movimiento había comenzado ya en abril de 1920 cuando los dos humildes anarquistas fueron acusados de un asalto y crímenes que no habían cometido. El movimiento fue de afuera y de adentro. Porque si bien la solidaridad se encendió como un reguero de pólvora, los dos prisioneros del sistema mostraron todo su coraje civil desde las rejas. Nicola Sacco le escribirá a su hijo, Dante, de 14 años: "No llores, Dante. porque ya han sido derramadas demasiadas lágrimas en vano. Sé fuerte, lleva a tu madre a pasear, a cosechar flores, a descansar a la sombra de los árboles, para recuperarse en el seno de la naturaleza. Recuerda que no debes pensar en tu propia felicidad sino en la ayuda a los débiles y a los desamparados y ponte al lado de los perseguidos. Serán tus mejores amigos, tus compañeros, que luchan y caen, como Bartolomeo Vanzetti y tu padre, para alcanzar alegría y libertad para todos los trabajadores". Así, sus sencillas palabras frente al poder del dólar.
Pero el país más poderoso de la tierra en armas y dinero no podía dejar libre a dos hombres así, que estaban dando un ejemplo incorruptible para el futuro. Por eso los quemará vivos con descargas eléctricas, ante el dolor y las lágrimas sin consuelo de los solidarios.
Claro, cincuenta años después, vendrá la rectificación. El gobernador de Massachussets, Michel Dukarkis proclamará la rehabilitación de los dos anarquistas del pueblo, admitiendo que "el enjuiciamiento y condena fueron realizados en un proceso viciado desde el principio y celebrado en una atmósfera de hostilidad, intolerancia y odio". Palabras.
Las fuerzas solidarias de todas las latitudes no precisaban las palabras oportunistas del demagogo. Sacco y Vanzetti, Vanzetti y Sacco, el zapatero y el vendedor de pescados habían pasado a ser los Héroes del Pueblo, por los siglos de los siglos. El ejemplo para lograr la sociedad solidaria y digna. Sus rostros cuando fueron atados a la silla eléctrica lo dicen todo. Sonrieron, gritaron con toda voz el nombre de su ideal. Y siempre marchan y marcharán a la cabeza de todas las manifestaciones populares que buscan un mundo justo. Sacco y Vanzetti, con los Mártires de Chicago: Lingg, Spiess, Fiscber, Parsons y Engel, ahorcados por el Imperio al cometer el delito de luchar por la jornada de ocho horas. Los Hijos del Pueblo. Los dignos de las luchas populares saben bien que ellos han marcado la ruta que debernos continuar.
Osvaldo Bayer, escritor y guionista, autor, entre otras obras,
de La Patagonia Rebelde y Severino Di Giovanni, el idealista de la violencia.
Artículo publicado en la revista Letras e Ideas, (primavera 1999)
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