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Jose Mari Esparza: "Txalaparta es como una gran cooperativa, con miles de socios y socias. A ellos y ellas les debemos todo"

Se cumplen treinta años de la fundación de Txalaparta y su alma máter, Jose Mari Esparza, hace repaso a toda una trayectoria editorial y política en su nuevo libro, Apología, una crónica salpicada de anécdotas, sorpresas y humor. Repasamos con él estas tres décadas de lucha en un sector y un país con unas condiciones muy duras.

Empecemos por el principio: ¿Cómo decide un obrero del metal meterse a editor?

Es sencillo: se comienza a haciendo panfletos clandestinos en una vietnamita artesanal; luego folletos más sofisticados. De seguido creamos Altaffaylla, una sociedad cultural y comenzamos a editar libros de memoria histórica, para ligar las luchas actuales y las pretéritas. Así salió el famoso Navarra 1936. De la esperanza al terror. Fue tal el éxito que, en 1988, los compañeros de la izquierda abertzale me sacaron casi a empujones de la fábrica para tirar adelante con Txalaparta. Fue un palo pasar de ser sindicalista a empresario y de obrero ilustrado a intelectual mediocre, pero han sido 30 años que ha valido la pena vivirlos.

Siempre dices que Txalaparta ha sido sindicalista de la edición: la Cuadrilla (Editores Independientes), Contrabandos, Alliance Internationale des Éditeurs Indepéndants… ¿En el mundo editorial también la unión hace la fuerza?

Una de las primeras sorpresas en nuestro nuevo oficio fue comprobar el individualismo del sector, la falta de colaboración entre editoriales pequeñas. Mientras, las grandes se iban fusionando y acaparaban el mercado y el pensamiento. Como sindicalistas no lo aceptamos, y desde el inicio intentamos unirnos a otros catálogos y proyectos, y tenemos el orgullo de haber sido el germen, con otras tres editoriales hermanas, de una gran Alianza Internacional de Editores Independientes. Acuñamos el concepto “bibliodiversidad” y mantenemos una relación solidaria que se refleja en nuestro catálogo. Ha sido una historia muy bonita.

¿Cuál ha sido el mayor acierto de Txalaparta?

Sin duda, hacer entender a miles de lectoras y lectores que, si quieren que exista una editorial como Txalaparta, tienen que apoyarla. Nacimos como una empresa estigmatizada, dentro del conflicto vasco-español. Nos enfrentamos a boicots, multas, amenazas y, sobre todo, silencios. El club de lectores y lectoras, Txalaparta Klub, es el contrapeso con el que no solo aguantamos el bloqueo, sino que nos ha colocado como editorial de referencia en todo el Estado. Txalaparta es como una gran cooperativa, con miles de socios y socias. A ellos y ellas les debemos todo.

¿En qué crees que ha cambiado más Txalaparta en estas tres décadas?

En los años 80 no había libros vascos en las librerías españolas y habían desaparecido hasta los del Che Guevara. Todo lo barrió la Transición. Nuestro catálogo ha contribuido a cambiar el panorama. Por ejemplo, en el tema de la memoria histórica vasca tenemos un fondo editorial fundamental para la actual batalla del relato. Sin dejar esa línea vertebral inicial, la editorial se ha ido abriendo a temáticas más amplias y nuevas formas de gestión y comunicación, impulsadas por los editores y gestores jóvenes. A ellos les corresponde celebrar los próximos 30 años.

¿Y cuáles son los pilares que se mantienen intactos?

Los mismos que cuando hacíamos panfletos en la vietnamita: Un mundo de pueblos y gentes libres, donde quepa una Euskal Herria soberana, socialista y euskaldun. Pensar la utopía global y actuar en lo local. Y como diría Fidel, armar al pueblo con ideas.

El mundo está cambiando y, ni qué decir del mundo de la información y, por ende, el editorial, ¿cuáles crees que son los principales retos de Txalaparta de cara al futuro?

El libro es un instrumento del siglo XVI rodeado de tecnologías que lo están orillando. Nunca ha habido tanta gente joven leyendo mensajes a todas horas y sin embargo cada vez tienen menos capacidad de disfrutar a fondo con un libro. Es preocupante la banalidad y la superficialidad de la mayor parte de lo que se lee, de ahí la importancia de un trabajo editorial que divulgue lo que no cuenta el Gran Hermano. Ubicar el libro en este nuevo mundo es el mayor reto que tenemos todos los editores.

¿Qué libro te pena no haber editado o habrías querido editar y nunca lo has logrado?

Desde que Eva Forest editó Operación Ogro, han sido decenas los libros espectaculares que nunca hemos podido editar. Experiencias de militantes vascos aquí, en las guerrillas y utopías de todo el mundo… Y siempre hemos chocado con la humildad de la hormiga, que no quiere sobresalir del hormiguero. Muchas historias desaparecerán con los autores. Para un editor cercano es una putada, pero por otra parte indica la grandeza de la generación de militantes y de gudaris que hemos conocido. Yo todavía espero convencer a alguno.

De entre los que has conocido, ¿qué editor o editora te ha impresionado más?

Neus Espresate de la Editorial ERA, de México. Una republicana catalana, hija del exilio y faro de la edición comprometida. Fue la primera en responder a nuestras propuestas de colaboración y se convirtió, como la llamaba yo, en nuestro Gran Timonel. Siempre al lado de los insurgentes, ¡cuánto hubiera disfrutado ahora, viendo proclamarse su República Catalana!

Recomiéndanos algunos libros que te hayan marcado al nivel que quieras: político, humano, militante, por el momento... y explícanos brevemente por qué.

¡Son tantos!. Por no citar autores vivos, diré que editamos muy a gusto a tres periodistas que han hecho historia y que demuestran que se pueden hacer libros referenciales desde la pasión y la implicación militante, como hace nuestra editorial. Es el caso de Lissagaray autor de La Comuna de París; la serie de libros de John Reed o el libro sobre el bombardeo de Gernika de George L. Steer. Además, editando a Puente Ojea aprendimos de caballerosidad y pulcritud; con Patxi Larrainzar el arte de la sátira; con Jon Idígoras el compromiso vital… Como decía Cervantes, no hay libro que no tenga algo bueno.

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Libros recomendados por Jose Mari Esparza

 

"Euskararen muga zabaltzen lagundu egin dugu. Alta, bada jendea oraino ez dela konturatu"

Txalaparta hasieratik hasi zen euskaraz argitaratzen eta, itzulpenez gain, hemengo egileen obrak kaleratzen. Hainbat jendek ez zuen ulertu, baina zuek hasieratik argi ikusi zenuten hori zela gure eginbeharra, ezta?

Hasieran erran ziguten Txalaparta Bilbon izan behar zela. Guk ezetz. Altaffaylla Kultur Taldearen ildoa jarraituz, guk Euskal Herriko mugan nahi genuen lan egin. Hizkuntzaren mugan. Ager Vasconumen. Muga politikoan. Gure herria Bizkaia eta Gipuzkoa baino zabalagoa bada, hori praktikan ere egin behar zen. Tafallan kokaturik, Txalapartak beste eragin politikoa izango zuen, eta asmatu genuen, zinez. Egun, Nafarroaren hegoaldean euskarazko lehiaketa literarioak egiten dira eta Garazi Arrula bezalako idazleak sortzen dira ere. Euskararen muga zabaltzen lagundu egin dugu. Alta, bada jendea oraino ez dela konturatu.

Zergatik?

Zenbaiten ustez, Txalaparta lehia politikorako bakarrik izan behar zen eta nehork publikatzen ez duena, guk argitaratu behar. Gatazka, memoriaren borroka, presoak, ustelkeria edo tortura salatzeko bai, baino literatura… Kasu! Mingarria izan da zenbait jenderekin. Beharrik, hori ere gainditu egin dugu.

Fotografía: Joxe Lacalle Uharte

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