Txalaparta y el sexo
En los treinta años de historia de esta editorial hemos procurado estimular los placeres espirituales de nuestros lectores y lectoras con un catálogo de más de 1.000 títulos. Y entre ellos hay un buen número dedicado también a los placeres corporales. Apología, las memorias de Jose Mari Esparza, nos viene de perlas para explorar los libros de Txalaparta por diferentes caminos. Y este recorrido va de sexo.
La primera vez que publicamos algo relacionado con lo gozoso que rodea la sexualidad fue en 1985, cuando desde la sociedad Altaffaylla editamos un librico minúsculo, La Teja de Medianoche, con una edición también en euskera que preparó Patxi Zabaleta, hombre más picarón que lo que su severa figura aparenta. Venía a ser un tratado del arte de echar los tejos, algo que ya hizo Ovidio en El arte de amar, hace dos mil años. Había que romper el mito de que en Euskal Herria era difícil transgredir el sexto y nono mandamiento y planteaba fórmulas de cortejo y apareamiento para futuros amantes, sin más límites que el mutuo acuerdo.
Aplaudido en su día por colectivos feministas y homosexuales, sus atrevidas propuestas sobre acercamientos, arrumacos, siseos y zirris, así como las insistencias sicalípticas para superar las negativas iniciales, dudo si hoy día rozarían lo políticamente correcto. El éxito en su momento fue desbordante para unos editores aficionados, pues se llegaron a tirar 50.000 ejemplares, gracias probablemente a un apartado que decía que para los parcos de palabras y dones, bastaba con meter disimuladamente un ejemplar en el bolsillo de la persona deseada para que supiera, sin ápice de duda, que le habías propuesto folgar con ella. Había gente, claro está, que salía de fiesta con los bolsillos llenos de ejemplares y no faltan matrimonios apareados desde entonces. Daños colaterales.
Una editorial como la nuestra necesitaba también abrir este frente, muy poco atendido desde que las propuestas del 68 sobre la revolución sexual nos fueron trocadas, como tantas cosas, por la pornografía, la monogamia endémica o el neopuritarismo. Bertolt Brecht ya advirtió que también la cólera contra la injusticia desencaja el rostro, y que si queremos preparar el mundo para el amor, debemos ser amorosos. O algo así. La lucha de clases, la liberación nacional, la abolición de los cetros y las tiaras o la salvación del planeta, debía armonizarse con un pueblo alegre, combativo y desinhibido. Alguien nos propuso un eslogan publicitario: «Vaya siempre a la cama con un buen libro, o con alguien que haya leído uno».
Manoseos a la obra, en el año 1998 comenzamos una colección de nombre muy sugerente, Literotura, la primera y única colección en euskera sobre literatura erótica. La dirigió inicialmente Juan Martín Elexpuru y luego Edorta Jiménez, que hizo tráfico de influencias editando en ella su propio libro, Stock 13, con un flácido pene, el suyo dicen, en la portada. Hasta ahora han aparecido desde autores clásicos como Sade o Anaïs Nin a cercanos como Aitor Arana, Paddy Rekalde o Juan Karlos Merino. Curiosamente, el comprador tipo de estos libros suele ser mujer, euskaldun y menor de 20 años. Las Hijas de María Auxiliadora ya son historia.
En castellano conseguimos los derechos de varios libros, alguno de un erotismo animal y prosaico, como Las historias prohibidas de Marta Veneranda de la cubana Sonia Rivera-Valdés, o el mágico y sutil Nadie los vio salir, de Parra, que fue Premio Juan Rulfo en el año 2000, un sugerente regalo de pretendientes.
Últimamente los jóvenes editores han ido introduciendo una serie de autoras en castellano muy audaces, con ideas transgresoras sobre el sexo y los géneros. Sexual Herria de Itziar Ziga, Malditas; Trasfeminismos; Vírgenes catódicas, putas recalcitrantes; Más allá de las etiquetas, etc. son apuestas que a algunos nos han pillado ya un tanto carrozas. Qué decir de Pornoterrorismo o Coño Potens de Diana J. Torres, que se autodefine «marimacho, bollera, desviada, pervertida, delincuente, blasfema, fea y enferma», aunque a mí me sigue pareciendo una chica encantadora. Lleva la provocación al límite, desnudándose en las presentaciones de libros o masturbándose para mostrar la eyaculación femenina. Caballeros libertinos a la vieja usanza, algunos hemos procurado mantenernos al margen de esas húmedas promociones. Nos quedamos anclados en La Teja de Medianoche.
Ni publicando de sexo nos hemos librado de la censura y en dos ocasiones, con Sexual Herria y Pornoterrorismo, Facebook ha vetado las portadas. Algo habremos hecho bien cuando en 2011, con motivo de la celebración del Día Internacional del Orgullo Gay, el Movimiento de Gays, Lesbianas, Bisexuales y Transexuales de Euskal Herria (EGHAM) nos premió con el Triángulo de Oro.
Extracto de Apología. Memorias de un editor rojo-separatista, de Jose Mari Esparza
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