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Un sorprendente final para 'La Orquesta Roja' | Así supimos que Kent no traicionó a la URSS

En una editorial suelen ocurrir cosas curiosas. Los libros son materia volátil que a todos los lugares llegan, golpean o besan a cualquiera en el punto más inverosímil y vuelven luego las reacciones a la editorial, con miel o hiel, pero rara vez con indiferencia. Este ha sido un caso verdaderamente sorprendente.

Para los que hayan leído La Orquesta Roja el tema resulta fascinante. Kent o Vicente Serra es uno de los protagonistas, oficial del Ejército Rojo que peleó con la República española y espía luego en la Francia ocupada, integrado en la famosa “Orquesta”. Detenido por la Gestapo, Gilles Perrault escribió de él que traicionó su causa por salvar a su gran amor, Margarete y a su hijo Michel de 17 meses.

Recién salida a la calle la nueva edición de Txalaparta recibimos una carta llena de cortesía y de indignación. La firmaba Michel Barcza, el hijo de Kent, protestando por nuestra edición y diciendo que ya estaba más que demostrado que su padre nunca fue un traidor sino, muy al contrario, un héroe de guerra.

Y por teléfono nos relató toda su historia, desde que su padre pasó de manos de la Gestapo a las de Stalin, que envió a todos los supervivientes de la Orquesta Roja, clave de la victoria Rusa en el frente del Este, a Siberia, para que nunca se supiera que habían advertido con tiempo suficiente que Alemania iba a invadir la URSS. Allí estuvo 9 años hasta que fue rehabilitado y volvió al Ejército Rojo, pero siempre le dijeron que su mujer e hijo habían muerto en los campos de concentración nazis, hasta tal extremo que cuando el libro de Gilles Perrault se publicó en la URSS en ruso, censuraron únicamente las seis páginas que decían que estaban vivos.

Michel se crió con su madre y se hizo mago de profesión, conocido en todo el mundo. Sí, mago. Vivió siempre a espaldas de su pasado, hasta que apareció el libro que dio la vuelta al mundo. Su vida se convirtió en un calvario, pues sin tener prueba alguna, jamás admitió que el padre que nunca conoció pudo ser un traidor, ni su madre una golfa como la pintaron en la película. Es más, intuía que estaba vivo, y se dedicó a una búsqueda febril por embajadas y archivos.

Su madre, poco antes de morir, le entregó unas memorias manuscritas. Las leyó y descubrió toda la historia que Margarete guardó hasta su tumba; su fe en Kent, su apasionado amor del que él era fruto, germinado en una prisión de la Gestapo. Amor imborrable, casi cincuenta años después.

Con estas memorias reanudó sus esfuerzos, y convenció a Luis Bomatí, de la editorial Aguaclara para escribir el libro Último acorde para la Orquesta Roja, aparecido en 1990. Jubilado de mago, avecindado en Alicante, cada vez más cerca de la verdad sobre su padre, Michel continuó escribiendo a medio mundo hasta que, al aire de la Perestroika, Gorbachov le contestó prometiéndole investigar el caso. El 29 de noviembre de 1990, tras 25 años de búsqueda y casi el doble de separación, recibió una llamada de Leningrado. Era Kent; o Vicente Sierra. Su padre. En realidad se llamaba Anatoli Marcovich Gourevitch, espía jubilado, capitán del Ejército Rojo, héroe de la Segunda Guerra Mundial. Tenía cerca de 80 años y no pudo llegar a tiempo de abrazar a su gran amor, Margarete.

“Es tal y como había imaginado: vital, lúcido a pesar de los años, generoso, un hombre a carta cabal, un héroe antifascista…”. Para Michel ha sido la felicidad. La mayor sorpresa que jamás sacó de su sombrero de copa. Va y viene con su padre a todos los sitios, prepara sus verdaderas memorias, gestiona sus apellidos verdaderos y negocia con Mitterrand un gran programa en la TV francesa que muestre definitivamente la verdad.

El nuevo Luc Michel Anatovich Gourevitch me sigue hablando a borbotones. Todo en él es apasionamiento, alegría, ansiedad por llegar al final. Le prometo escribir un artículo explicándoselo a nuestros lectores. Ya lo he hecho.

Jose Mari Esparza Zabalegi · Revista Txalaparta Nº 2, (1995).

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