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El invento del barbarismo vasco, por Pastora Filigrana

Prólogo de la abogada y activista andaluza Pastora Filigrana al libro Sobre la barbarie de Ibai Atutxa Ordeñana, breve ensayo que propone entender la barbarie como “la violencia material contra el vasco desobediente emancipador”. 

Vivimos en una ordenación del mundo que se pretende totalitaria e impone una forma única de pensar, sentir, producir y consumir. Cualquier forma de organizarse o vivir que pueda suponer un cuestionamiento a esta imposición es percibida como una amenaza que merece ser criminalizada, perseguida, reprimida y extinguida. El nivel de violencia institucional que se ejerce contra estas disidencias va a depender de la capacidad de incidencia que puedan tener en un lugar y territorio determinado.

La represión política es el castigo que el poder institucionalizado da a los grupos de personas que suponen una amenaza para el statu quo. Consiste en destruir la condición de sujeto político de la disidencia para impedir que pueda incidir socialmente llevando a cabo su propuesta política, económica o social. Sin embargo, la represión no solo puede dirigirse contra grupos de personas articulados en torno a cuestiones ideológicas políticas sino que otras muchas prácticas vitales de los grupos humanos pueden ser objeto de persecución o represión según la amenaza que supongan para el sostenimiento del orden dominante. Ejemplos de ello en la historia son la persecución policial a las comunidades LGTBI, el feminicidio que llevó a cabo la Inquisición durante los siglos XVI-XVII conocido como la caza de brujas, o la persecución histórica del Pueblo Gitano y sus manifestaciones identitarias.

El castigo penal es una de las herramientas más utilizadas por el poder para llevar a cabo esta represión. Se trata de medidas policiales, parapoliciales y judiciales utilizadas con la finalidad de borrar la disidencia. Este castigo se impone por lo que las personas son y no por lo que hacen. Se castiga por vivir o pensar de un modo que cuestione el modelo imperante de ordenación social y económica. Este castigo se imparte de manera sistemática y con métodos similares contra todas aquellas personas que se consideran disidentes del orden imperante en un tiempo y lugar determinados.

El derecho penal del autor (o del enemigo) es aquel que vincula el castigo con la peligrosidad del autor, no por el hecho que realiza, sino por su condición de persona “peligrosa” o enemigo. El término “derecho penal del enemigo” fue acuñado por el jurista alemán Günter Jakobs en 1985 y ha tenido una gran influencia en las leyes antiterroristas europeas en las últimas décadas. Jakobs considera que los enemigos no son efectivamente personas, por tanto, no pueden ser tratados como tales. En consecuencia, este castigo excepcional limita garantías jurídicas para la persona castigada. Ejemplo de este derecho penal de excepción en el ordenamiento jurídico español sería la existencia de un tribunal excepcional para ciertos delitos o el aumento del tiempo de detención o de aislamiento en el caso de terrorismo.

Pero para llevar a cabo la teoría de Jakobs es necesario establecer quién es persona y quién no. ¿Dónde está la línea divisoria entre lo humano o no-humano, entre el ser o el no ser? Este libro busca la respuesta a esta pregunta en la teoría crítica de la modernidad neoliberal aplicándola al caso concreto del pueblo vasco.

La modernidad es un proyecto civilizatorio europeo que tiene su origen en el siglo XV, a partir de la colonización. La modernidad construye un sistema-mundo que jerarquiza a los grupos humanos según un ideal occidental, cristiano, blanco y patriarcal y establece globalmente un modelo económico capitalista.

Este proyecto civilizatorio establece un ideal de ser y estar en el mundo que supone el patrón de comportamiento a partir del cual medir el resto de las realidades y suponiendo un criterio de reparto de derechos y riqueza en el mundo.

En el presente trabajo se evidencia cómo ha sido necesario situar en el lado de lo no-humano o del no-ser a la izquierda independentista vasca para justificar la represión institucional padecida históricamente. Se construye, siguiendo el paradigma de la modernidad neoliberal, la categoría del vasco como sujeto salvaje, bárbaro o primitivo que necesita ser civilizado a través del castigo para que no suponga una amenaza para la paz social.

En cada contexto histórico y territorial ha sido necesario definir quién ha estado en un lado u otro de la línea divisoria entre lo humano y lo no-humano. Se ha impuesto a su vez a los grupos humanos que quedan del lado del no-ser plenamente personas la obligación de serlo bajo la amenaza de exterminio si su resistencia suponía un peligro para el sostenimiento del proyecto de la modernidad neoliberal. En palabras de Ramón Grosfoguel, el proyecto civilizatorio de la modernidad ha ido del "cristianízate o te mato" en el siglo XVI, al "civilízate o te mato" en los siglos XVIII y XIX, al "desarróllate o te mato" en el XX y, más recientemente, al "liberalízate o te mato" a principios del XXI.

En el presente trabajo se evidencia cómo ha sido necesario situar en el lado de lo no-humano o del no-ser a la izquierda independentista vasca para justificar la represión institucional padecida históricamente. Se construye, siguiendo el paradigma de la modernidad neoliberal, la categoría del vasco como sujeto salvaje, bárbaro o primitivo que necesita ser civilizado a través del castigo para que no suponga una amenaza para la paz social.

Ibai Atutxa se remonta en este libro a la construcción histórica del vasco salvaje; sin embargo, cobran una especial importancia las categorías de salvajismo asociadas a la izquierda vasca en las últimas décadas. Esta construcción del barbarismo de la izquierda abertzale ha sido imprescindible para justificar la represión policial y judicial padecida por una parte de sociedad civil vasca bajo la retórica de la lucha contra el terrorismo de ETA y cuyos efectos llegan hasta el presente.

El reto que nos lanza Ibai en este trabajo es buscar un modo incivilizado de estar en el mundo, en tanto en cuanto son nuevas formas de ser y estar que se alejen del ideal de la modernidad y el neoliberalismo que supone formas estructurales de violencia y de negación de la universalidad de los derechos humanos.  Para ello es necesario buscar en las propias formas de vida reprimidas los aportes para la construcción de una Euskal Herria y un mundo donde todas las vidas valgan lo mismo.

La doctrina del  "entorno de ETA" aplicada por la Audiencia Nacional a partir de 1998 necesitó para su implementación asociar a toda persona vasca que compartiera la ideología independentista con el terrorismo y convertirla por tanto en merecedora del castigo más allá de los actos que hubiera cometido. La intencionalidad política o la motivación ideológica fue suficiente en el macroproceso 18/98 instruido por el entonces juez Baltasar Garzón para constituir un delito de terrorismo. El resultado de este macroproceso, al que continuaron otros en la misma línea jurisprudencial, supuso la condena a 46 personas con penas de prisión de hasta doce años por su mera pertenencia a medios de comunicación y espacios políticos o culturales que compartían una ideología independentista con el grupo armado ETA.

Esta doctrina judicial y su vertiente política a través de iniciativas como el Plan ZEN o Plan Especial Norte supusieron una restricción de libertades políticas como instrumento de "lucha contra el terrorismo" basado en la supuesta peligrosidad de determinados grupos humanos por lo que son y no por sus actos.

A pesar del choque frontal de estas doctrinas con el enfoque de derechos fundamentales de las sociedades democráticas, la misma tuvo una importante connivencia social de amplios sectores basada en el relato de barbarismo que envolvía a estos enemigos del orden y la seguridad: las personas integrantes de la izquierda independentista vasca. Ibai Atutxa presenta en este libro los procesos de construcción de estas categorías binarias de civilización/barbarie que subyacen detrás de estos episodios de represión política.

Este trabajo de identificar los relatos que se ocultan bajo la represión y criminalización de grupos humanos es importante a la hora de plantear la salida de estas violencias.

En primer lugar, porque, aunque en cada momento histórico y territorio la violencia institucional contra la disidencia tenga diferentes formas de manifestarse, existen suficientes puntos en común como para posibilitar alianzas entre los grupos barbarizados. Sirva como ejemplo de estos puntos comunes entre procesos de represión diferentes el hecho de que algunas de las herramientas que se diseñaron para la persecución de la izquierda independentista vasca se han utilizado contra otros grupos disidentes. Me refiero a la ley antiterrorista que posibilitó interpretaciones amplias de lo que debía ser considerado “entorno de ETA”. Cabe citar casos como el de los titiriteros de Granada, el de Cassandra Vera o el del cantante de Def Con Dos, César Strawberry en los que se han utilizado figuras del Código Penal pensadas para luchar contra ETA con el fin de aplicarlas únicamente para limitar la libertad de expresión, aún años después de desaparecer la amenaza armada.

Entender estos procesos de construcción del enemigo a partir de las jerarquías que establece la modernidad nos obliga a las disidencias a no reproducir dicotomías salvajismo/civilización respeto a otros. Las disidencias europeas deben estar alerta de no reproducir estas jerarquías de humanidades que establece la modernidad sobre otros grupos como la población migrante o racializada. El autor nos insta a que la lucha contra la represión no se limite a elegir el lado bueno del binomio civilización/barbarie, sino que cuestione el hecho mismo de su existencia y la jerarquización de humanidad que supone en base a un ideal occidental, blanco, colonial y patriarcal. Al fin y al cabo, un sistema civilizatorio como la modernidad neoliberal necesita constantemente crear a otro peligroso y bárbaro sobre el que colocar la responsabilidad de la propia incapacidad del sistema para garantizar la vida digna para toda la humanidad. Siempre hay otro peligroso responsable de los males sociales cuyo origen real está en la civilización de muerte que supone esta ordenación del mundo.

El reto que nos lanza Ibai en este trabajo es buscar un modo incivilizado de estar en el mundo, en tanto en cuanto son nuevas formas de ser y estar que se alejen del ideal de la modernidad y el neoliberalismo que supone formas estructurales de violencia y de negación de la universalidad de los derechos humanos.  Para ello es necesario buscar en las propias formas de vida reprimidas los aportes para la construcción de una Euskal Herria y un mundo donde todas las vidas valgan lo mismo.

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