Jonathan Martínez: «La historia pertenece a quien ha perdido el miedo»
La historia oficial es seguramente uno de los ejercicios literarios más potentes y originales que han pasado por la mesa de Txalaparta los últimos años. Conocíamos al Jonathan Martínez “contador de historias”, ahora os ofrecemos conocer al escritor. Entrevista: Jon Jimenez.
¿Qué es exactamente La historia oficial? ¿Un libro de historia? ¿Una novela policiaca, como leemos en la sinopsis, de cuya trama es mejor no hablar?
Definir un libro es una misión que corresponde más al lector que al escritor. Durante algún tiempo estuve reuniendo reflexiones en torno al miedo entendido como herramienta de control social e incluso como motor de la historia. Este libro pudo ser un ensayo pero eligió parecerse a una novela negra donde el detective se cuela en los bajos fondos de los centros de poder y descubre la violencia, la traición y el crimen organizado disfrazado de gobierno. En medio de la desolación aparecen la amistad, la solidaridad y el amor porque las flores más deslumbrantes siempre crecen en los estercoleros.
Y es que encontramos multitud de lecturas sobre el miedo en las distintas miguitas que vas dejando en forma de cita en cada capítulo, además de en muchos de los hechos que narras. ¿Por qué crees que es el miedo el hilo invisible que compacta los distintos relatos? ¿Es este sentimiento el verdadero tejedor de la historia?
En el germen del libro hay una reflexión de Maquiavelo alrededor del poder. ¿Es mejor ser amado o ser temido? Para Maquiavelo, el miedo tiene un enorme potencial didáctico porque permite mantener a raya a todo un pueblo. Además es económico: unas pocas acciones represivas bastan para atemorizar a todo un país. Aquí hay una lección revolucionaria: la historia pertenece a quien ha perdido el miedo.
Abriéndote paso entre tus propios miedos, una parte de tu relato se basa en tu propia investigación genealógica, intentando saber quiénes eran tus abuelos y qué les pasó antes y después de los bombardeos de 1936 en Bizkaia.
La búsqueda de la identidad es el material de la tragedia griega. Edipo es un detective que investiga los secretos de su propia familia para comprender quién es él mismo pero también para salvar a la ciudad de Tebas. A la vez, descubrir las historias nunca contadas de mi familia no es más que un pretexto para hablar de tantas familias que han vivido entre silencios después de la guerra, la dictadura, la represión política, las desapariciones, la prisión o el exilio. Las historias oficiales no dejan lugar a los pequeños relatos subterráneos que constituyen la vida íntima de los pueblos.
Has querido cerrar los distintos hilos de tu obra con una cita de Fernando Pessoa. Siempre inspirador, en uno de sus existenciales poemas, leemos: “El único sentido oculto de las cosas / Es no tener sentido oculto”. ¿Realmente no hay nada más que las cosas? ¿Es La historia oficial un intento por demostrar que detrás de las cosas sí hay algo más, algo que se nos esconde?
La historia oficial debe su título a una película argentina que habla de los desaparecidos durante la dictadura de Videla. Aquí hay una interpretación personal y colectiva: todas las familias tienen historias secretas que prefieren no contar y todos los regímenes esconden historias incómodas debajo de sus relatos triunfales. A mí no me interesa lo que los vencedores nos han repetido mil veces sino lo que los perdedores callaron una vez y para siempre.
O sea que te has empeñado en llevarle la contraria a Pessoa y al propio Maquiavelo -también protagonista de tu libro- cuando confiesa en El Príncipe que para su obra no ha querido “ni adorno ni gracia más que la verdad de las cosas y la importancia de la materia”. Tú no renuncias a hacer literatura.
Maquiavelo escribe El Príncipe para ganarse el favor de los Médici. Es cierto que la posteridad le ha reservado una pésima reputación, pero él se limita a explicar cómo opera el poder a partir de lo que ha visto con sus propios ojos como alto funcionario de Florencia. Su estilo es claro y directo porque está escribiendo un libro de autoayuda para gobernantes. Pero no deja de adentrarse en las estancias oscuras de los palacios para explicar cómo se fragua la historia. Yo creo que también en el horror es posible rescatar belleza y poesía.
En un artículo del diario Público en el que Manuel Romero Fernández se queja de que “nos despertamos atendiendo el móvil, saltando de una red social a otra, de Twitter a Instagram pasando por Facebook o TikTok, para volver a hacer el recorrido inverso. Después, el día transcurre entre correos electrónicos, la universidad, los apuntes y el trabajo”. El estilo de La historia oficial, con saltos, tramas que se entrecruzan y entrecortan, ¿no se asemeja de alguna manera a este mundo virtual y fugaz en el que saltamos de un sitio a otro sin mucho sentido?
Aunque la narrativa fragmentaria es un síntoma visible de nuestro tiempo, se trata de un procedimiento tan antiguo como la literatura misma. Hay relatos breves y juegos de cajas chinas en el Decamerón, en Las mil y una noches o en el Quijote. Saltamos de un tiempo histórico a otro, de un lugar a otro, y aparecen testigos en los que no sabemos si confiar. En el fondo no hay nada más que el primitivo placer de narrar. Yo veo La historia oficial como una acampada alrededor de una hoguera donde cada uno de los excursionistas va contando por turnos su relato.
¿Qué significa para ti publicar con Txalaparta?
Para los coleccionistas de libros, hay editoriales que transmiten por sí mismas experiencia y prestigio. Publicar en Txalaparta tiene mucho de militancia cultural en una industria tomada por grandes empresas que producen libros de usar y tirar y que cuentan con el soporte de los aparatos de propaganda. Además, en Txalaparta he encontrado un trato personal y de confianza. Puede que escribir sea un acto solitario pero publicar es una preciosa tarea colectiva.
El autor
Jonathan Martínez (1982, Bilbo). Lo trajeron al mundo en la Zona Especial Norte. Lo que pasó antes y después nos lo lleva contando él mismo durante casi una década desde medios como Gara, Nació Digital, Público, Ctxt, Radio Euskadi, Catalunya Ràdio, ETB o TV3. Ha centrado su obra en la recuperación de la memoria histórica, el análisis del discurso mediático y la defensa de los derechos humanos, civiles y políticos. Articulista, guionista y, sobre todo, como él mismo afirma, contador de historias, estudió Dirección de Ficción Audiovisual en el CFP de Sevilla y ha trabajado en el ámbito cinematográfico. En 2021 se doctoró en Comunicación con una tesis sobre el mito y el imaginario simbólico en el cine de Alejandro González Iñárritu.
Vaso
1. m. Pieza cóncava de mayor o menor tamaño, capaz de contener algo.
Un vaso de cristal revienta contra el azulejo y se esparce en pedazos sobre el suelo de la cocina. Deslizamos la escoba por el rodapié y la internamos bajo los muebles hasta agrupar todos los fragmentos dispersos en el recogedor. Ya no es una pieza cóncava y tampoco es capaz de contener nada pero a su manera nunca ha dejado de ser un vaso.
Así me gustaría que se leyera este libro. Como quien barre los añicos de una historia que pudo ser una pero que quiso ser cientos.
Jonathan Martínez, en La historia oficial
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