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Prólogo de Ane Irazabal a 'Las condenadas del mar'

La periodista vasca Ane Irazabal cuenta con con una notable trayectoria como reportera internacional, en la que ha cubierto diversas crisis migratorias. A lo largo de su carrera, ha trabajado en zonas conflictivas y ha reportado sobre temas migratorios desde diferentes puntos de Europa y el Mediterráneo. En su prólogo a la obra Las condenadas del mar, de Camille Schmoll, afirma: "No es en absoluto fácil para una periodista que alguien te deje abrir la pesada mochila que acarrea y te permita contar lo que lleva dentro. Y es aún más complicado hacerlo sin caer en la lágrima fácil. Este relato lo consigue con una naturalidad que emociona".

Mujeres y migración, mujeres migrantes y fenómenos migratorios desde una perspectiva feminista. ¿Cómo analizar estos tres aspectos con la mayor honestidad posible? Las reporteras cuya labor es estudiar las rutas migratorias llevamos años analizando cómo devolver a las mujeres al relato de la migración. Desde el momento en que el periodismo comenzó a abordar el éxodo de África a Europa, la perspectiva masculina ha prevalecido en el relato de los medios; tanto en la narración del periodista como en la de los protagonistas. El proyecto migratorio se basa en un sistema patriarcal que ha originado la mayoría de los conflictos que obligan a la huida: guerras civiles, dictaduras militares, crisis climáticas, persecuciones religiosas, el negocio de los traficantes de personas y el diseño de las políticas migratorias.

 

En ese sentido, los titulares afirman que la mayoría de las personas que cruzan el Mediterráneo y logran llegar a Europa son hombres jóvenes que viajan solos. Y es verdad. Las estadísticas no dejan lugar a dudas. Pero también es cierto que, al mismo tiempo, muchos jóvenes son víctimas de políticas criminalizadoras que los asocian a una invasión inexistente. Rara vez fomentamos una reflexión sobre las razones del éxodo. ¿Por qué llegan más hombres que mujeres a Europa? ¿Por qué hay una tasa de mortalidad más alta entre las mujeres? ¿No es el Mediterráneo igual de peligroso para todas las personas? La respuesta puede parecer complicada, pero no lo es: el mar no hace distinciones; las políticas migratorias sí.

 

 

En muchas de las coberturas que he realizado en Italia, Malta, Libia o las islas griegas, he podido comprobar que las mujeres y los niños son víctimas directas de una violencia sistémica. Y no me refiero exclusivamente a una violencia sexual o física. Los migrantes que consiguen llegar a las costas africanas y poner rumbo a Europa deben superar miles de obstáculos, pero en el caso de las mujeres las dificultades se multiplican. De hecho, las rutas migratorias están diseñadas por y para hombres. Una vez, una chica sudanesa, que encontramos en un centro de detención en Libia, nos contó que las mujeres se organizaban en grupos para protegerse antes de preparar el viaje. Partían solas, sin la compañía de sus padres, hermanos o amigos varones, y por eso consideraban crucial tejer redes de solidaridad. La joven recordaba que solo cinco de las diez chicas que formaban su grupo lograron llegar a Libia. Las demás desaparecieron sin dejar rastro. Sus teléfonos móviles se apagaron y nunca más volvió a saber de ellas. Esas jóvenes representan las aristas incómodas del relato de la migración.

 

Así las cosas, este libro tiene como protagonistas a los márgenes de la narrativa migratoria. La pluma de Camille Schmoll da voz a las supervivientes sin esconder sus realidades complejas y, a veces, incómodas. En estos diez años en los que he sido testigo del éxodo de miles de personas, he apreciado cómo muchas reporteras especializadas se han afanado en liberar a las mujeres de los relatos superficiales y mostrar todas sus dimensiones, sobre todo, ante la tendencia cada vez mayor de infantilizar el fenómeno migratorio.

 

Hace cinco años, en un centro de recepción en Sicilia, un colega periodista me dijo: "Tengo que encontrar historias de mujeres torturadas o violadas. Necesito testimonios donde se han cometido abusos. De lo contrario, no podré vender la historia". Más allá del sensacionalismo en el que a menudo se enreda el periodismo, existe una propensión a representar a las mujeres migrantes y refugiadas como sujetos pasivos. Da la impresión de que las historias de desplazadas empoderadas y que han logrado enfrentarse al éxodo por sí mismas no son interesantes. Y esto no implica que debamos presentarlas ni como víctimas ni como heroínas. Me refiero a la necesidad de mostrar las contradicciones y los claroscuros de la vida.

"Este libro desafía los estereotipos y enfoca su relato en las luces y sombras de las supervivientes. Schmoll las humaniza y les devuelve una fuerza activa que habían perdido en el relato imperante".

Por todo eso, este libro desafía los estereotipos y enfoca su relato en las luces y sombras de las supervivientes. Schmoll las humaniza y les devuelve una fuerza activa que habían perdido en el relato imperante. "No quiero contar toda mi vida. No intentéis robar mi privacidad. Mi pasado es mío", se quejó una vez una joven eritrea recién desembarcada en Italia ante los periodistas que nos encontrábamos allí. Su barcaza había sido interceptada por una embarcación humanitaria y trasladada a las costas sicilianas. No quería mostrar su rostro y nos pidió que respetáramos su decisión. Varios meses después, tuvimos la oportunidad de encontrarnos con ella en privado. Vivía en un centro de recepción de Milán y había comenzado el proceso para obtener el permiso de residencia en Italia. Nos contó que su lucha por la supervivencia distaba mucho de la narración homérica que a veces prevalece en los medios. 



En el relato actual predomina la presentación de los migrantes como seres angelicales para, de alguna manera, cultivar la empatía del público occidental. De lo contrario, parece difícil que un testimonio lejano nos toque el corazón y promueva redes de solidaridad. Sin embargo, la realidad es mucho más compleja y a veces sentimos la necesidad de recordar que entre los refugiados y migrantes hay buenos y malos, como en la compleja realidad cotidiana que nos rodea. Nos vemos en la obligación de subrayar que el derecho al asilo o al permiso de residencia no debería ceñirse a la bondad o maldad de esas personas. Examinar el fenómeno migratorio desde un punto de vista humanitario y no político conlleva un gran riesgo. A menudo he escuchado frases de la siguiente naturaleza: "Pobres mujeres y niños. Nadie debería pasar por una situación tan atroz". Pero olvidamos que detrás de esa mujer a la que vemos llorar en televisión, hay una persona obligada a huir por conflictos que Occidente ha originado de manera directa o indirecta. De igual manera, negamos a esas personas su derecho a ser complejas y contradictorias. Es más fácil fomentar un relato superficial y lineal.



Por ello, este libro resulta verdaderamente interesante. Las protagonistas de Schmoll son mujeres multidimensionales y supervivientes que huyen de los lugares comunes y del perfil victimista, aun recordando que son víctimas de un sistema cruel que las empuja a los márgenes. No es en absoluto fácil para una periodista que alguien te deje abrir la pesada mochila que acarrea y te permita contar lo que lleva dentro. Y es aún más complicado hacerlo sin caer en la lágrima fácil. Este relato lo consigue con una naturalidad que emociona.

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