Xabier Peñalver: más de 50 años de notas de viaje y fotografías
El arqueólogo Xabier Peñalver lleva viajando más de 50 años por numerosos países y desde siempre le han preocupado los temas que tenían que ver con las luchas de los pueblos por la mejora de sus condiciones y contra la injusticia. “He recorrido muchos de esos lugares, emblemáticos algunos; otros menos. He visitado museos, he recogido trípticos con información, he hablado con la gente... Y he fotografiado la mayoría de ellos”. De hecho, la parte gráfica de Revolución, resistencia y memoria se la debemos sobre todo a él. Así, este libro son unas pinceladas de todos esos años reunidas con el fin de aportar al viajero y viajera rebelde y militante los datos básicos que debería conocer para acercarse con criterio a los lugares en los que la historia se paró y el mundo comenzó a girar hacia el otro lado.
El topo que también quería volar
Una parte inmensa de nuestra historia se esconde bajo la tierra y si queremos conocerla tenemos que buscar los datos en sus entrañas. A ello Xabier Peñalver le ha dedicado y le dedica muchas horas de su vida. Sin embargo, para él “existe otra parte de la historia que está en la superficie, a la vista de todos, aunque en ocasiones no somos capaces de verla, al menos en parte”. En este libro se intenta poner el foco en algunos de esos testimonios, a veces semiocultos o directamente ocultados por la historiografía oficial. A veces, incluso, la historia revolucionaria ha dejado de prestar atención a personajes “secundarios”, como Fanon o Sankara, para los que Peñalver ha tenido que investigar a fondo y encontrar lugares en los que honrar su memoria. En este caso sus tumbas.
¿Viajar puede ser revolucionario?
Para Peñalver, “se puede ser militante de izquierdas o revolucionario viajando y sin viajar. Igualmente se puede ser reaccionario y colaborar en la destrucción del planeta desde tu propio barrio o viajando. La comunicación de los pueblos siempre ha sido un elemento de avance en la historia de la humanidad. Quizá hoy nos asusta esa movilidad por su masividad. A mí personalmente me espantaría hacer un viaje a miles de kilómetros para pasar unos días sin salir de un hotel y sus instalaciones, similar, e incluso de la misma cadena, que otro existente en mi propia ciudad o a escasos kilómetros de ella”. Gracias a esta guía cambiaremos los barrios gentrificados producidos en masa y repetidos similarmente en cualquier ciudad del mundo por viajes conscientes y con conciencia, poniendo en el centro la historia popular que aparece en los márgenes de los libros.
Una guía que nos muestra lo que otras quieren esconder
A diferencia de otras guías comerciales, Revolución, resistencia y memoria abarca geográficamente la totalidad del planeta y los 350 lugares seleccionados no están presentes por lo general, o se encuentran en algunos casos entre líneas, en trabajos extendidos entre el gran público como los de Lonely Planet, National Geographic o la propia UNESCO. Según el autor, los principales medios de comunicación “nos presentan por lo general los testimonios grandiosos llevados a cabo por los poderosos, pero nos ocultan la otra parte, en ocasiones también grandiosa y hermosa”, “la de la lucha, la de los luchadores, la de la visión de la igualdad de los seres humanos, la de sus desiguales condiciones de vida, la de sus sufrimientos, la de sus sueños…” Una lucha creadora, la de “los nadies”, los que, como nos recuerda Galeano, “no figuran en la historia universal, sino en la crónica roja de la prensa local”.
Un ejemplo de lo que encontraremos en el libro
Seleccionamos la ficha 320 de Revolución, resistencia y memoria, en la que se da cuenta del histórico y potentísimo monumento soviético que sirve de portada a este libro, como ejemplo de lo que encontraremos en esta obra.
Monumento El obrero y la koljosiana (Moscú, Rusia)
Composición representativa del realismo socialista, la estatua tiene una altura de 25 metros y fue realizada por la artista Vera Mújina en acero inoxidable cromado (la primera en la historia). Con los brazos levantados, el obrero lleva en la mano un martillo, en representación de los trabajadores de la industria, y la koljosiana, la hoz, como elemento del campesinado, formando ambos el símbolo del comunismo. Fue realizada para el pabellón de la Unión Soviética en la Exposición Universal de París de 1937. Posteriormente se expuso en la entrada del espacio “Exposición de los logros de la economía nacional de la URSS” de Moscú y en 2003 fue retirada para su restauración, reinaugurándose en 2009 sobre un nuevo pedestal que simula el del pabellón de París, alcanzando la altura del conjunto 60 m. En la construcción sobre la que se eleva existe un museo relativo a la historia del monumento, con proyectos previos, fotografías de su construcción e información sobre su autora. La imagen de este conjunto fue elegida como símbolo de los estudios de cine Mosfilm en 1947.
En la imagen, vista de la Exposición Universal de París con la torre Eiffel de fondo, y a cada uno de sus lados los pabellones de la Alemania nazi, con una sobria y solitaria águila, y de la URSS, con una escultura característica del hiperrealismo soviético, simbolizando la división existente en el mundo en 1937, antesala de la Segunda Guerra Mundial.
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