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Gijón 1936 Diario de una revolución
En el momento en que los militares rebeldes se adueñaron de la capital de Asturias se produjo el descabezamiento de todos los órganos administrativos; el Gobierno Civil, las consejerías y el resto de los estamentos encargados de regir la vida de los asturianos, simplemente dejaron de existir. En las horas siguientes asumió la legalidad el Comité Regional de Sama de Langreo, en el que estaban representados los partidos del Frente Popular, nombrando presidente al socialista Belarmino Tomás.
Paralelamente desde el día 19 de julio, víspera del alzamiento en la villa, ya venía funcionando el Comité de Defensa de Gijón presidido por el anarquista Segundo Blanco, en el que además de CNT, mayoritaria en el concejo, estaban representadas las organizaciones UGT, PCE e IR. Gracias a la contundente reacción de sus miembros y al coraje de los milicianos apoyados por un puñado de militares leales, fue posible posponer el alzamiento en los cuarteles.
Durante aquellos días no circuló el dinero. El recién creado Comité Central de Abastos se hizo cargo de la intendencia de milicianos, hospitales, barcos y también de las cocinas colectivas, ordenando la constitución de los respectivos comités de barriada, que serían los encargados de repartir víveres y otros productos de primera necesidad entre la población civil.
Tras la caída del cuartel de Simancas en mano de los republicanos, los medios franquistas propagaron un bulo, encaminado a convertir en gesta lo que había sido el sonoro fracaso de los militares rebeldes de Gijón.
Con este trabajo, el autor intenta, entre otras cosas, desmontar la historia “oficial” escrita por los historiadores franquistas, si es que alguna vez tuvo la suficiente credibilidad para alguien, y contar una nueva versión sobre los verdaderos héroes del Simancas, arrojando luz sobre unos hechos ocultados durante demasiados años.
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