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Porque empieza cada día
Porque empieza cada día terminó de escribirse en abril del 1968, y mayo asomaba en la esquina con reivindicaciones en favor de la libertad para todos los ámbitos de la vida, pero sobre todo el sexual. Se acabó eso de que otros –los mayores– decidieran por una, en cómo tenía que ser la sexualidad, el amor o la vida. Eran los años en que la “pilula” se había convertido en promesa de libertad. Gisèle reivindica la responsabilidad sin tutelajes sobre su cuerpo y su destino, pero no lo tiene fácil ante el tribunal del decoro social y moral.
Como afirma el simpático charlatán que pone voz al protagonista principal, algo mayor ya para la protesta callejera, que sigue con mirada indulgente el destino de Gisèle: “prefiero mil veces la rebeldía de estos jóvenes a la docilidad de los jóvenes de mi época”.
En el parloteo de este entrañable personaje, lleno de chispa, ironía y humor, se abre camino la imagen de una chica joven con una maleta que espera la entrada del tren en su andén, y que la trasladará a no se sabe dónde, ni con qué objeto. Se trata del destino de Gisèle, estudiante de Filosofía que ha decidido abortar.
La obra de Ramon Saizarbitoria Porque empieza cada día marcó un hito en la literatura vasca; nada parecido se había publicado antes de 1969. Hoy, por primera vez, se publica la traducción al español de aquella deslumbrante novela que, dadas la ternura y afabilidad que dispensa, hará las delicias del lector que gusta de las buenas novelas.
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