¡Abajo las quintas! Crónica de la Navarra insumisa: nueva edición, corregida y actualizada
Navarra ha sufrido como pocos la extorsión militar, y los archivos navarros son un clamor contra tanto abuso y tiranía, denunciando robos, pillajes, talas, trabajos forzados y, sobre todo, exigencia de hombres para la guerra, ese "repugnante servicio" del que continuamente hablan nuestros antepasados. Partiendo de toda la información recopilada desde la conquista del Reyno hasta nuestros días, esta esclarecedora crónica, ahora actualizada, nos aporta una visión de conjunto sobre el papel del Ejército español en Navarra. Y es, a su vez, un exponente de la rebeldía de los navarros y navarras, que no han dejado de oponerse, por todos los medios, a esa opresión militar. Lo contenido en estas páginas ayudará, sin duda, a entender y explicar por qué Navarra y sus provincias hermanas han sido el territorio con mayor índice de insumisión de toda Europa.
Prólogo a la tercera edición | Jose Mari Esparza
En marzo de 1993, la prensa difundió unos datos impresionantes, según los cuales las cuatro provincias de Euskal Herria meridional se habían situado a la cabeza de Europa en objeción al servicio militar. En 1992, las cifras en el Estado español habían crecido hasta un 19,87% de objetores sobre el contingente militar, pero esa cifra quedaba fulminada en el territorio vasco, donde en 1991 habían alcanzado el 50%, el 37,74% en 1992 y de nuevo el 50,04% en 1993. Este año, el índice de objetores en Nafarroa fue el 55,07%; el 42% en Araba; el 49,76% en Bizkaia y el 49,86% en Gipuzkoa. Navarra además sufrió en 1992 el 50% de los juicios por insumisión celebrados en todo el estado, y de ahí que navarros fueran la inmensa mayoría de los mozos encarcelados.
Es obvio suponer que estos datos no habían surgido espontáneamente, sino que estaban creciendo al socaire de un acentuado rechazo social al servicio militar, y al militarismo en general, que se demostraba reiteradamente en encuestas oficiales, acuerdos municipales, posicionamientos de partidos y colectivos sociales, etc.
El espectacular resultado en este territorio del referéndum sobre la Otan, la pertinaz oposición al Polígono de Tiro de las Bardenas o el exiguo número de vasconavarros que se reenganchan o matriculan en las academias militares, son ejemplos que confirman una realidad diferenciada: la conscripción y el Ejército son ampliamente cuestionados en estos territorios y, en cualquier caso, lo son mucho más que en otros lugares del Estado.
¿Responde esto a una especial coyuntura política o tiene sus raíces y alimento en nuestro peculiar pasado histórico? Quizás ambas cosas sean inseparables. Salta a la vista que los territorios más refractarios son aquellos a los que más tardíamente se les impuso el servicio militar, y no precisamente con argumentaciones políticas, sino por pura y simple imposición violenta.
Veinticinco años después de la primera edición, sigue habiendo muy pocos libros que traten, siquiera de pasada, del tema que nos ocupa; ninguno, que yo sepa, que intente dar una visión de conjunto. Esto sorprende más cuando uno se asoma a la prolija documentación que brota de nuestros archivos, desde los generales del Reyno al más humilde libro municipal de actas, donde a partir de la Conquista de Navarra todo son lamentos contra los abusos y tiranías militares, denunciando sus robos y pillajes, sus ultrajes y vejaciones, sus talas de mieses y arbolados, sus agrias exigencias de raciones, alojamientos, bastimentos, bestias de carga, trabajos en fortificaciones y, sobre todo, el reclutamiento de hombres para la guerra.
Varias circunstancias incidieron especialmente en nuestro país: la desconfianza que los naturales siempre suscitaron en los conquistadores, las 22 leguas a horcajadas del Pirineo que la convertían en insegura «llave de España», y los sucesivos levantamientos armados que hicieron de Navarra un territorio de permanente ocupación y expolio. Indagar cualquier época o parcela de nuestra historia es constatar de inmediato esa llaga abierta, hurgada a punta de picas, arcabuces o remingthons, secular hemorragia económica, ecológica, moral y –¡tantas veces!– física. La historia del acantonamiento casi permanente del Ejército español en Navarra –mucho más brutal que en otros lugares– está todavía por escribirse a pesar de que nuestros archivos son una permanente incitación a hacerlo. Es, sin lugar a dudas, el aspecto más trágico de nuestro pasado y quizás su estudio dilucidaría muchas incógnitas de nuestro devenir histórico.
Juntamente con lo anterior, resalta el rechazo épico de los navarros a cuantas levas, tercios y quintas intentaron imponerles. Aversión atávica a un repugnante servicio que se explica y justifica una y mil veces, a lo largo de cuatro siglos, en montañas de documentos oficiales que, por serlo, solo reflejaban parcialmente el sentimiento generalizado de la población. Repulsa unánime sin la que no se pueden entender los comportamientos colectivos de este antiguo Reyno en muchos de los conflictos en los que se vio inmerso.
Este libro solo puede ser una aproximación al tema a pesar de su ambicioso titular. Una visión de conjunto que llame la atención sobre la sospechosa ausencia de bibliografía e incite a profundizar con estudios sectoriales. Un repaso selectivo a la historia de Navarra incidiendo en el trauma militarista –o antimilitarista, si se prefiere–, principalmente en cómo lo vivieron los paisanos, los mozos, los pueblos; sin ahondar demasiado en el contexto político de cada época, sus condicionantes externos, aspectos economicistas o clases sociales. Los archivos investigados, casi todos ellos navarros, condicionan la panorámica del trabajo; notables fuentes de documentación, como los archivos del Ejército y de la Guardia Civil, guardan celosos secretos. No son, empero, imprescindibles: los itinerarios históricos de los ejércitos, como sus marchas y contramarchas, son bastante fáciles de seguir por las rastrojeras que dejan en la memoria colectiva y en los legajos de los pueblos.
Es precisamente a estos archivos cercanos, a esta memoria colectiva, a los que he recurrido principalmente, planteando el libro desde el punto de vista casi único –y casi unánime podría añadir– de los navarros. De los paisanos que, ignorantes de las glorias militares que plumas interesadas ensalzarían luego en las historias oficiales, defendieron en cada momento con uñas y dientes su derecho a no ser hollados, a no ser extorsionados ni maltratados, a no soportar la sanguijuela militar que les succionaba riquezas, sudor y vida. Y por encima de todo, a no ser forzados a abandonar su hogar, su valle, para enrolarse en grandes causas que, si las llegaban a entender, no les interesaban en absoluto.
Dejaremos pues, hablar a nuestros propios escribanos; los de los archivos provinciales, que nos traerán el eco, perceptible a pesar de la sordina, de los sufrimientos y desgarradoras protestas del Reyno; amanuenses de los archivos locales, portavoces directos de los vecinos que lloran, se sublevan, desertan o emigran, rubricando su amargura con expresiones como «Esto es el fin del mundo», o, «Ya no hay nadie en este Reyno que no esté cansado de vivir». Recurriremos también a nuestra tradición oral, coplas y bertsoak que claman desde el corazón lírico de nuestro pueblo. El testimonio documental podría ser inmensurable y este libro únicamente pretende ser botón de muestra.
Agradezco a los profesores Emilio Majuelo y Mikel Sorauren sus consejos, a los archiveros sus servicios y a mis compañeros su paciencia.
Jose Mari Esparza Zabalegi
Tafalla, enero 2019
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