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Presente y futuro de los procesos revolucionarios | Álvaro García Linera

"Que el mundo entero sepa que grupos oligárquicos conspiran contra la democracia", ha declarado Evo Morales en su discurso de renuncia a la Presidencia de Bolivia.  Álvaro García Linera también ha dimitido, y lo ha hecho con estas palabras: "He sido el vicepresidente de un indígena, de un campesino, y le seré siempre leal". En un momento de máxima incertidumbre para el futuro del proceso de cambio del país andino, recuperamos este fragmento del discurso de Álvaro García Linera en la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires (UBA), pronunciado el 27 de mayo de 2016 y recogido en su libro Democracia, Estado, Revolución.

La derecha quiere retomar la iniciativa. Y en algunos lugares lo han logrado, aprovechando alguna de estas debilidades. ¿Qué va a pasar, en qué momento estamos, qué viene a futuro? No debemos asustarnos. Ni debemos ser pesimistas ante el futuro, ante estas batallas que se vienen. Marx, en 1848, cuando analizaba los procesos revolucionarios, siempre hablaba de la revolución como un proceso por oleadas. Nunca la imaginó como un proceso ascendente, continuo. Decía: la revolución se mueve por oleadas; una oleada, otra oleada, y la segunda oleada avanza más allá de la primera, y la tercera más allá de la segunda. Me atrevo a pensar que estamos ante el fin de la primera oleada. Y está viniendo un repliegue. Serán semanas, serán meses, serán años, pero está claro que, como se trata de un proceso, habrá una segunda oleada, y lo que tenemos que hacer es prepararnos, debatiendo qué cosas hicimos mal en la primera oleada, en qué fallamos, dónde cometimos errores, qué nos faltó hacer, para que cuando se dé la segunda, más pronto que tarde, los procesos revolucionarios continentales puedan llegar mucho más allá, mucho más arriba, que lo que lo hicieron en la primera oleada.

Y esta segunda oleada podrá ir más arriba porque tendrá unos soportes, un punto de partida que no lo vamos a ceder. Tendrá a una Bolivia, a una Cuba, a una Venezuela, tendrá a un Ecuador, firmes.

Tocan tiempos difíciles, pero para un revolucionario los tiempos difíciles son su aire. De eso vivimos, de los tiempos difíciles; de eso nos alimentamos, de los tiempos difíciles. ¿Acaso no venimos de abajo, acaso no somos los perseguidos, los torturados, los marginados… de los tiempos neoliberales? La década de oro del continente no ha sido gratis. Ha sido la lucha de ustedes, desde abajo, desde los sindicatos, desde la universidad, desde los barrios, la que ha dado lugar al ciclo revolucionario. No ha caído del cielo. Traemos en el cuerpo las huellas y las heridas de luchas de los años ochenta y noventa. Y si hoy, provisionalmente, temporalmente, tenemos que volver a esas luchas de los ochenta, de los noventa, de los 2000, bienvenido. Para eso es un revolucionario.

Luchar, vencer, caerse, levantarse, luchar, vencer, caerse, levantarse. Hasta que se acabe la vida, ese es nuestro destino.

Algo que cuenta en nuestro favor: el tiempo histórico está de nuestro lado. Ellos, lo decía el profesor Emir Sader, no tienen alternativa, no son portadores de un proyecto de superación de lo nuestro. Ellos simplemente se anidan en los errores, en las envidias, de lo pasado. Ellos son restauradores. Ya conocemos lo que hicieron con el continente. Argentina, Bolivia, Brasil, Ecuador, sabemos lo que hicieron ellos, porque gobernaron en los años ochenta y noventa. Y nos convirtieron en países miserables, dependientes, nos llevaron a situaciones de extrema pobreza, de vergüenza colectiva. Ya conocemos lo que ellos quieren hacer. No representan el futuro. Ellos son zombis, muertos vivientes electoralmente. Nosotros somos el futuro. Somos la esperanza. Hemos hecho en diez años lo que ni en cien años se atrevieron a hacer ni dictadores ni gobiernos, porque nosotros hemos recuperado la patria, la dignidad, la esperanza, la movilización y la sociedad civil. Ellos tienen eso en contra. Son el pasado. Son el retroceso. Nosotros estamos con el tiempo histórico. Pero hay que ser ahí muy cuidadosos. Aprender lo que aprendimos en los ochenta y noventa, cuando todo complotaba contra nosotros. Saber acumular fuerzas; y acumularlas. Saber que cuando uno se lanza a una batalla y la pierde, nuestra fuerza va hacia el enemigo y se potencia; y nosotros nos debilitamos. Que cuando hay que dar una batalla, hay que saber calcularla bien, obtener legitimidad, saber explicarlo a la gente, saber conquistar nuevamente la esperanza, el apoyo, la sensibilidad, y el espíritu emotivo de las personas en cada nueva pelea que hagamos. Saber que nuevamente tenemos que entrar a la batalla minúscula y gigantesca de ideas, en los medios de comunicación grandes, en los periódicos, en los pequeños panfletos, en la universidad, en los colegios, en los sindicatos. Que hay que volver a reconstruir nuevo sentido común de la esperanza, de la mística. Ideas, organización, movilización.

No sabemos cuánto durará esta batalla. Pero preparémonos por si dura un año, dos, tres, cuatro. Cuando nos tocó soportar los tiempos neoliberales, la trinchera en la que estuvimos, soportamos más de 20 años. Y los que vienen desde la dictadura soportaron 40 años. Pero, en esos tiempos, la derecha se presentaba como portadora del cambio. Nosotros somos los abanderados del cambio. La derecha la abanderada del pasado.

Por lo tanto, es un buen tiempo. Siempre es un buen tiempo, en gestión de gobierno o en oposición, el continente está en movimiento y, más pronto que tarde, ya no serán simplemente ocho o diez países, seremos 15, seremos 20, 30 países que celebraremos esta gran Internacional de pueblos revolucionarios, progresistas.

Álvaro García Linera, estracto del libro Democracia, Estado, Revolución

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