Toñin de la Cuesta: “Me mandaron la carta de las narices y estas foticos reflejan la que lié”

Como otros tantos insumisos, fiel a mis principios, no acudí al juicio, precisamente, por desobediencia, pues ya estaba escrito el veredicto con anterioridad y alevosía. En mi caso, lo hice acompañado de mis cuates Kojon Prieto y los Huajolotes, entonando, entre otras canciones, la mítica «Insumisión», que ya para entonces se había convertido en himno popular y, de alguna manera, en bandera de todo el movimiento insumiso. Respondí, desde las puertas de la injusticia, como buen rey del bodevil que era, con una personal y particular serenata dedicada al juez, que decía así:

SERENATA

Si podría, señor juez, le cantaba a usted las mañanitas
Pues esto es una vergüenza
Y en el mundo no hay justicia
Con mis mariachis de testigos yo le voy a decir
Que no soy un canalla, por no servir a la patria
Y por eso estoy aquí.
Señor juez, me declaro en rebeldía.
Yo sé que soy rebelde mas no temo la luz del día
Si me quieren encontrar
Mándeme a su policía
Que no me echaré pa’l monte
Mi conciencia está tranquila

Yo no soy ningún canalla y vivo con alegría
Y no ser, yo me pregunto
Por qué he de cumplir servicio
Si MI REINO NO ES DE ESTE MUNDO.

Claro ejemplo, un tanto folclórico de cómo muchos de nosotros vivíamos y combinábamos la fiesta con la lucha y viceversa.

Balcón del PSOE carcelero

Unos meses después, encadenados al balcón de la sede del PSOE en Iruñea, tuvo lugar una acción que contaba con el apoyo y estaba amenizada por Kojon Prieto y los Huajolotes. Pretendíamos denunciar el encarcelamiento de insumisos y la represión desproporcionada por parte del Gobierno socialista hacia todo el movimiento antimilitarista. En esta protesta fuimos detenidos El Gavilán, que no tenía la papela (DNI), y yo, que estaba en búsqueda y captura.

Después de congelarnos toda la noche juntos en los sótanos de comisaría, Marco Antonio salió libre y yo ingresé en prisión en tercer grado para, a los pocos días, quebrantar la condena en el primer permiso, siguiendo la estrategia colectiva para intentar romper la dinámica represiva del PSOE.

Tras el fracaso de la política de ayudas sociales, como castigo y alternativa a la mili y a la PSS o prestación social sustitutoria, se nos otorgaba el «privilegio» de acudir solo a dormir a la cárcel, con el objetivo de maquillar o suavizar la respuesta social a tan elevado número de condenas –que entonces se acercaban a las 2.000–. Una parte del colectivo decidimos renunciar al chantaje y hacer frente con la estrategia de «el plante», que trataba de quebrantar el tercer grado, para luego presentarnos en grupo públicamente, en búsqueda y captura, y así presionar unidos contra las detenciones arbitrarias y dispersas y dar más voz y mostrar a la sociedad la realidad de la situación y el problema latente. Entregarme iba en contra de mis principios, resultaba contradictorio por los motivos que ya he explicado anteriormente.

Plante en la uni

Ahí andamos en la Universidad Pública de Navarra: Valentin Txitxo Ibáñez, Pedro Perico Oliver, el txiki de los Zabalza Totxo, Ramón Ortiz, Aitor Balbas y Antonio de la Cuesta, el Rey del Bodevil. La expresión de nuestras caras lo dice todo. Momentos de tensión de unos jóvenes, condenados por querer ser libres, a los que el tiempo se les acaba. Son conscientes de que esa misma noche fría y sin luna de febrero dormirán en la cárcel, sin tener claro hasta cuándo, y con el misterio que les deparará, a partir de ese momento, el futuro inmediato de lucha carcelaria. Pero con la fe o esperanza de desbloquear la situación cuanto antes. Todos cumplimos la condena completa. Meses después, Perico y yo fuimos dispersados junto a otros seis compañeros lejos de Pamplona: Perico a Herrera de la Mancha y yo a Navalcarnero (Madrid IV).

La siguiente foto es de la antigua Audiencia Provincial de Pamplona, en otoño del 94. Retorno y estancia fugaz después de viajar semanas de cárcel en cárcel para acudir, en huelga de hambre, al juicio pendiente por quebrantamiento de condena. No tardaron ni una semana en mandarme otra vez de vuelta a Navalcarnero, para terminar allí mi condena después de pasar entre otras cárceles por Langraitz, Burgos, Valdemoro y Carabanchel, de las cuales recuerdo con respeto y nostalgia a todos los compañeros que me hicieron la vida más fácil.

Toñin de la Cuesta. Fotografías: Joxe Lacalle