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Mujer de frontera Defender el derecho a la vida no es un delito
Cuando Helena Maleno llegó a Marruecos en 2002 con su hijo, dos maletas y un proyecto laboral de tres meses no podía imaginar hasta qué punto aquel país y la lucha por los derechos de las poblaciones migrantes que lo atravesaban transformarían su vida para siempre.
Ya instalada en Tánger de forma definitiva, Helena se adentró en los asentamientos provisionales de los bosques que rodean Ceuta y Melilla y empezó a denunciar sin descanso las violaciones de derechos de aquellos que buscan cruzar, por tierra o por mar, una frontera que les permita alcanzar Europa. La primera llamada desde una patera la recibió en 2007: la embarcación se estaba hundiendo y uno de los que iban en ella tenía su teléfono. Helena avisó de inmediato a Salvamento Marítimo para que acudiera a rescatarles. Fue la primera de cientos de miles de llamadas y tuits alertando de pateras a la deriva para proteger la vida.
No es algo que fuera a salirle gratis. Una tarde, mientras volvía a su casa después de recoger a su hija del colegio, Helena se encontró con dos policías de paisano que la esperaban. Los tribunales marroquíes la acusaban de tráfico de inmigrantes y fomento de la inmigración ilegal. La causa, iniciada por un controvertido dosier de la policía española, puso en marcha un movimiento internacional de apoyo a Maleno e hizo evidente hasta qué punto las autoridades europeas están dispuestas a jugar sucio cuando se trata de proteger las fronteras. Y a costa de quien sea.
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