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Miguel Bonasso: 'La novela de Monteagudo' se me convirtió en 'la novela de la independencia de América del Sur'

“¿Quién asesinó a Monteagudo?”, se pregunta José de San Martín en su exilio europeo mientras esboza distintas hipótesis sobre el crimen que cambió la historia de América del Sur. La novela histórica La venganza de los patriotas, del argentino Miguel Bonasso, se centra en las guerras de independencia americanas, sobre todo en la independencia del Perú, en una trepidante trama en que se mezclan intriga, historia, política y erotismo. En el siguiente artículo el autor relata cómo nació esta obra, y nos presenta una pequeña guía de lectura con los personajes principales. 

Borges se pregunta en su Milonga a Don Nicanor Paredes qué es lo que se cifra en un nombre. Y rima: “¿cómo habrá sido aquel hombre?”. Algo parecido me pasó, desde adolescente, con Bernardo Monteagudo. Ese nombre siempre me llamó la atención. Además, como buen protojacobino que yo era entonces, consagré mi admiración a los hombres que descollaron en el ala radical de la Revolución de Mayo: Moreno, Castelli y el citado Don Bernardo.

Antes de sumergirme en algunas lecturas, mi padre –que era periodista como yo- me habló con gran admiración de aquel antepasado ilustre que había reemplazado a Moreno en la Gazeta de Buenos Ayres.

Pícaro y liberal como era mi viejo, no se limitó a los aspectos públicos y conocidos del personaje, sino que incluyó ciertas características privadas que nunca le pregunté de donde las sacó. Por ejemplo: que era un mujeriego exitoso; que la Naturaleza lo había dotado en consonancia con esa saludable afición; y que, para colmo, sufría de priapismo. O sea que estaba en perpetuo estado de erección.

Pasaron años y revoluciones, en Argentina y en ese vasto territorio que Bolívar consideraba la Patria Grande y Monteagudo, cada tanto, reaparecía.

En 1993 yo vivía en Londres y había empezado a diseñar un relato biográfico mucho más cercano: el de Héctor Cámpora, que plasmaría en El presidente que no fue. El libro me exigió viajar a Buenos Aires para consultar las más diversas fuentes: testimoniales, bibliográficas, documentales y hemerográficas. En los descansos de aquella investigación leí, por pura casualidad Monteagudo, un drama en tres actos de Juan Jacobo Bajarlía. Y me pregunté por qué no escribir una novela sobre un personaje tan complejo que desbordaba los límites sintéticos de la dramaturgia. Pero proyectos más urgentes postergaron aquel deseo.

La idea permaneció sumergida en mi subconsciente durante quince años para emerger –abruptamente- en mayo del 2008. En ese momento supe, de manera categórica, que mi próximo libro sería lo que entonces llamaba “la novela de Monteagudo”.

Aunque desde el primer momento la imaginé como una ficción, una novela de aventuras con una intriga policial (el asesinato de Monteagudo), supe que sería imprescindible una vasta y profunda investigación histórica. Hasta el gran maestro Dumas, que se jactaba de haber violado la historia para hacerle “hijos bellos”, investigaba personajes y lugares con la misma minuciosidad que un director de cine investiga locaciones.

De arranque consulté con dos amigos historiadores, talentosos y tan generosos como suele serlo la gente de talento: Felipe Pigna y Norberto Galasso. Ambos –título más, título menos- me aconsejaron la base bibliográfica que permitiría trazar un derrotero. Ambos coincidieron, por supuesto, en la monumental biografía de Monteagudo escrita por Mariano De Vedia y Mitre, que era una plataforma inicial para lanzarse a la pesquisa. Luego llegaría en mi auxilio un gran visitante de bibliotecas y sitios de Internet: el patriota Jorge Orovitz, que trató de secundarme en mis búsquedas más atrabiliarias y minuciosas: qué comían los limeños en 1820, cómo se desvestían las limeñas…

Orovitz comenzó, con los textos de la Biblioteca Nacional de Buenos Aires, la tarea de scoutismo que yo proseguiría después en la Biblioteca Nacional de Lima, fundada -¿casualmente?- por el ministro Monteagudo durante el Protectorado de José de San Martín.

Hacia fines de febrero de 2009, cuando la investigación todavía seguía su curso en paralelo con la escritura, yo pergeñé un primer guion de este relato. Que me sirvió a mí mismo para un curioso descubrimiento: ya no era “la novela de Monteagudo” sino la novela de la independencia de América del Sur y San Martín había crecido mucho más allá de los límites hagiográficos y bobalicones de la revista Billiken. Era un protagonista de tanto peso como Monteagudo.

Seguí rompiéndole los quinotos a Orovitz para que consiguiera detalles de alumbrado público, calzones y pistolas de chispa de la época, mientras la imaginación rellenaba los vacíos de la historiografía con la voz en sordina y el aliento infernal del sacrificado Monteagudo. Encontramos entonces documentos sensacionales, como el expediente judicial sobre el asesinato de Monteagudo.

Entonces viajé a Lima. Un día que me hace repetir el viejo dicho popular: “no creo en brujas, pero que las hay las hay”. Acabo de revisar el talón del pase de abordar y no hay lugar a dudas: viajé el 17 de agosto de 2009. ¡Nada menos que un diecisiete de agosto! El aniversario número 159 de la muerte de José de San Martín, ocurrida en Boulogne-sur-Mer el 17 de agosto de 1850.

En Lima me sumergí en la Biblioteca Nacional. Descubrí como visitante en el Callao que había celdas que eran verdaderas tumbas verticales y le saqué fotos a todo lo que remitía a los escenarios de la independencia. Aunque soy bastante nabo para el lente y las cuestiones tecnológicas, las fotos del turista literario me sirvieron muchísimo a la hora de recrear ambientes, como esos balcones cerrados por celosías de madera donde el poder de los virreyes espiaba a las masas rebeldes.

A Lima llegué como un detective que estuviera investigando un crimen cometido doscientos años atrás. De Lima el detective se fue con la convicción de que ese crimen se sigue cometiendo.

Guía de lectura

LOS BUENOS

José de San Martín
También llamado Don José o El Viejo. Menos conocido por su nombre secreto en la Logia Lautaro: “Arístides”. Libertador de Argentina, Chile y Perú, donde gobernó un año con el título de Protector. Según Monteagudo fue el Aníbal de los Andes y un militar que se convirtió en patriota.  Reconocido por su camarada y rival Bolívar como “una gran fuerza moral”.

Bernardo Monteagudo
Alias “Martín”. Jacobino, revolucionario desde los 19 años, cuando participó en el levantamiento patriota de Chuquisaca. Consultor de Castelli,  O’Higgins, San Martín y Bolívar. El hombre que iba a presidir el Congreso de Panamá (donde nacerían los Estados Unidos de América del Sur), cuando fue asesinado en una calle de Lima.

Simón Bolívar
El Libertador del Norte. Junto con San Martín emancipó al conjunto de la América del Sur, un territorio diez veces más grande que Europa Occidental. Político sagaz que se convirtió en militar genial. Audaz y visionario, murió sin poder llevar a cabo su proyecto mayor: la unión de los pueblos liberados en los Estados Unidos del Sur.

Ignacio Ayala
También conocido como el Vasco o el Gigante. Nació en Vizcaya y se hizo liberal como su padre. Pronto ingresó a la Logia de Cádiz y combatió a las órdenes de San Martín, quien después sería su jefe toda la vida. En América trabó amistad con Monteagudo, de quien se hizo inseparable, después de que el jacobino le salvara la vida en Cancha Rayada.

Francis Renaud
Cocinero, mayordomo y confidente de Monteagudo, a quien conoció cuando el tucumano estaba exiliado en París. Como Renaud había integrado las filas jacobinas no tardaron en entablar una cálida relación que duraría toda la vida y le permitiría al argentino agasajar a su camaradas con espléndidos banquetes preparados por “chef de la revolución”.

Antonio José de Sucre
También conocido como el Gran Mariscal de Ayacucho. Gran talento militar que procedía del campo de las matemáticas. Bolívar lo llamaba “mi hijo” y también “el hombre de la guerra”. Selló la independencia definitiva de América del Sur con el triunfo de las armas patriotas en la batalla de Ayacucho. Como Monteagudo, murió asesinado en una emboscada.

Manuela Sáenz
Hija natural de un poderoso comerciante español. Valerosa patriota que conquistó el corazón voluble de Simón Bolívar. San Martín la condecoró con su famosa “Orden del Sol” y Sucre la ascendió a coronel de caballería por su valor en el campo de Ayacucho. Junto con Monteagudo fue “los ojos y oídos del Libertador”, al que le salvó la vida en varias ocasiones.

Rosita Campusano
Hermosa mulata de ojos azules, hija de un comerciante español y de una mulata fina. Fue la pieza fundamental de la “red Monteagudo” de espionaje y logró arrancarles secretos a los generales españoles en la penumbra propicia de las alcobas. Cuando Lima fue liberada se enamoró de San Martín y fue la pareja del Protector.

Carmen Guzmán
También conocida como la “chinganera”, porque era dueña de una posada en Lima, situada estratégicamente frente al cuartel del Batallón Numancia, el cuerpo de élite de las fuerzas realistas. Espía de Monteagudo, logró el pase del Batallón a las filas patriotas, lo que le costaría después ser secuestrada y torturada. Fue compañera del general Ignacio Ayala.

Lucía Gana
Patriota chilena, hija del doctor Gana, que fue amigo íntimo de O’Higgins. Uno de sus hermanos murió en la derrota de Cancha Rayada. Se enamoró de Monteagudo que fue el primer y último hombre de su vida. Lo siguió al Perú, dejando de lado familia y prejuicios sociales. Corrió todos los riesgos y tuvo que enfrentarse, el viernes 28 de enero de 1825, a la tragedia.

LOS MALOS

José de la Riva Agüero y Sánchez  Boquete
Aunque era de origen noble, luchó contra los realistas y espió para San Martín en la “guerra de zapa”, por lo que el Protector lo hizo Alcalde de Lima. Después conspiró para derrocar a Monteagudo. En 1823 fue designado Presidente del Perú, tras un golpe de Estado. Intrigó contra Bolívar y terminó traicionando a los patriotas a favor de los españoles.

Joseph Marie Pontin-Villefort, alias Marcel Brichot
Antiguo jacobino que terminó trabajando, como su jefe Fouché, para todos los gobiernos que sucedieron a la Revolución Francesa. A Perú llegó como agente de la Santa Alianza, estrechamente vinculado con el futuro Carlos X de Francia y con el canciller austríaco Metternich. Logró infiltrarse en la Logia Republicana. Estaba casado con Danielle Dupuy, la perversa Dé Dé.

José Bernardo de Tagle, marqués de Torre Tagle
De origen aristocrático como Riva Agüero, comenzó a colaborar con San Martín cuando la  flota independentista se acercaba a las costas peruanas. Luego se pasó al bando patriota cuando era  gobernador de la provincia norteña de Trujillo. Formó parte del gobierno de San Martín y más tarde fue elegido Presidente. Terminó como traidor, al servicio de los godos.

Lord Thomas Alexander Cochrane, conde de Dundonald
Marino de gran coraje y talento, que comandó la escuadra libertadora del Perú, pero al que perdía la codicia. Siempre fue rival de San Martín, que lo llamaba “el Lord metálico”, y acabó conspirando abiertamente contra el Protector. Se quedó con los tesoros de varios navíos que apresó y se enfrentó violentamente con Monteagudo, que lo consideraba un corsario.

Virrey Joaquín de la Pezuela
General español absolutista que sucedió a Goyeneche en la represión de los patriotas en el Alto Perú. En 1816 fue nombrado Virrey del Perú, donde conquistó fama de ladrón. Cuando San Martín desembarcó, entabló negociaciones con el jefe patriota que fracasaron rápidamente. Los generales liberales españoles lo derribaron mediante un golpe de estado.

Fernando VII de Borbón, también llamado “el Deseado”
Ultimo monarca absolutista, durante cuyo reinado –represivo y reaccionario- España perdió sus colonias en América. Su detención en Bayona por parte de Napoleón Bonaparte, alentó la insurrección americana. Forzado por los liberales a jurar la Constitución de las Cortes de Cádiz, se apartó de ella, apoyado por la Santa Alianza y restauró el absolutismo.

Danielle Dupuy (De Dé)
Antigua actriz, devenida cortesana. Bella, intrigante y perversa. Esposa y compañera de andanzas de Pontin Villefort. Amante –entre otros muchos poderosos- del Conde de Artois, quien reinaría en Francia con el nombre de Carlos X. Fue la contratara de las “tapadas” limeñas que integraron la red de espionaje patriota, comandada por Bernardo Monteagudo.

José Faustino Sánchez Carrión
Nacionalista fanático.También conocido como “El Solitario de Sayán”. Se opuso frontalmente a los planes de la Logia Lautaro de instalar una monarquía constitucional en el Perú. Participó en el derrocamiento de Monteagudo, mientras San Martín se reunía con Bolívar. En “La abeja republicana” llegó a amenazar de muerte al tucumano si regresaba a Perú.

Candelario Espinosa
Negro peruano de 19 años que asesinó a Monteagudo de una puñalada en la tetilla izquierda. Apresado por los patriotas engañó a la justicia y sólo aceptó “confesar la verdad” al propio Simón Bolívar. Llevado a presencia del Libertador le dijo quien  era el autor intelectual. Bolívar, que prometió respetarle la vida si confesaba, mantuvo su promesa y le conmutó la pena.

El Zambo Ramón Moreira
Cómplice de Candelario Espinosa con quien se contradijo varias veces durante los interrogatorios a que fue sometido por la justicia militar de Bolívar y luego por la justicia ordinaria del Perú.

Iruzkinak 1 iruzkin

  • GUILLERMO 2019(e)ko azaroaren 15(a)

    MARAVILLOSA NOVELA

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