Mónica Echeverría, una mujer por la vida, la cultura, la justicia social y la memoria
El pasado 3 de enero murió, a los 99 años, la escritora, profesora, actriz, directora, dramaturga y activista chilena Mónica Echeverría, considerada una de las más destacadas figuras del feminismo y la cultura nacional. Su último deseo fue ser enterrada homenajeando, con un parche en el ojo, a las víctimas de la represión en las movilizaciones contra el Gobierno de Sebastian Piñera. En Txalaparta tuvimos el placer de publicar El vuelo de la memoria, una novela-testimonio, escrita mano a mano con su hija, acerca del sueño colectivo durante el gobierno de Allende y el horror tras el golpe de Pinochet.
Mónica Echeverría fue profesora de Literatura y dedicó veintidós años a la docencia. Ello no le impidió desarrollar su vocación por el teatro donde participó como actriz, directora y autora en diferentes obras. Destacó especialmente en el teatro infantil, dándole a este género una novedosa y creativa forma. Las obras más exitosas fueron la serial de Quiquirico, El círculo encantado, Chumingo y el pirata de lata, Guatapique, Zambacanuta.
Después del golpe de Estado que derrocó a Salvador Allende en 1973 y debido a la militancia de dos de sus hijos en el MIR, ella y su esposo aceptaron la invitación de la Universidad de Cambridge para unirse a su planta docente. Al año siguiente, partieron a Inglaterra, mientras Carmen y Cristián luchaban en la clandestinidad contra la dictadura de Augusto Pinochet. Regresaron en 1978.
Personaje legendario de la vida cultural chilena, organizó una exposición de arte erótico en la Universidad Católica. En 1981, en plena dictadura militar, dio vida a la Operación Chancho: lanzó a correr por la céntrica calle Ahumada un cerdo con una gorra como la del general Pinochet. Fue una férrea defensora de los derechos humanos y una de las feministas que integró el movimiento Mujeres por la Vida durante la dictadura. Su activismo por la vida y la justicia social fue motor de su carrera, por lo que, a pesar de su avanzada edad y complicaciones de salud, estuvo comprometida con las manifestaciones del último estallido social en Chile.
Fue también una de las fundadoras del Centro Cultural Estación Mapocho, cuando regresó desde Inglaterra, época en que dramatizó tres ensayos sobre Simone de Beauvoir, García Lorca y María Monvel. En 2003, para el 30 aniversario del golpe de Estado, realizó el radio-teatro La última epopeya de Salvador Allende.
Como narradora, publicó Antihistorla de un luchador (1993), Agonía de una irreverente (1996), Crónicas vedadas (1999), Difícil envoltorio (2000) y El vuelo de la memoria (2002). Posteriormente escribió varias novelas basadas en personajes reales, como sobre la cantautora Violeta Parra o el general Pinochet.
Dos mujeres y dos generaciones, del sueño colectivo al horror
Este libro es poco habitual. Escrito por madre e hija, cuenta a la vez la historia de Chile y la de dos generaciones de mujeres que sueñan con el amor y la justicia social. El relato de ambas abarca la niñez, las historias de la familia, las intimidades de ambas, los proyectos anhelados, con la historia política de Chile como telón de fondo.
Ninguna de las dos es neutral frente a lo que ha pasado en su país en los últimos cuarenta años hasta el final del siglo pasado. Son dos narraciones paralelas que se cruzan, se buscan, se pierden y a veces se reencuentran. La de la madre, más directa, más ordenada, más tranquila; la de la hija, más caótica, más densa, más desgarrada. Sus relaciones son complejas: entre ternura y fobia, atracción y repulsión, rebelión y sumisión. Pero el relato se construye bajo el signo sosegado de la reconciliación.
Mónica Echeverría, hija de familia acomodada, se casa en 1944 con Fernando Castillo, un joven arquitecto con futuro prometedor. Ajena a los avatares políticos, la pareja vivía, escribe Mónica, “como pájaros, totalmente indiferentes a la pobreza y a la injusticia”. En cambio, Carmen Castillo, la hija mayor, militará desde muy joven en la izquierda más radical y se casará en 1967 con Andrés Pascal, uno de los dirigentes del MIR (Movimiento de Izquierda Revolucionaria) chileno, con quien tendrá a su hija Camila: “Quizá somos una generación para la cual el compromiso se confunde con la vida”.
Los años de la Unidad Popular bajo la presidencia de Salvador Allende (1969-1973) acercarán a la madre y a la hija. Partidarios de Radomiro Tomic y de la izquierda demócrata cristiana, Mónica y su marido apoyan a Allende, mientras Carmen trabaja en el Palacio de La Moneda con Beatriz Allende, la hermana y secretaria del presidente. Es entonces cuando, escribe Mónica, “descubrí la hipocresía y la crueldad de mi clase social y renegué de ella”. Sus amigos de siempre los consideran traidores y los califican de “burgueses vendidos a los comunistas”.
Lo que siguió es por todos conocido: el golpe militar del general Pinochet, la trágica muerte de Allende, la despiadada represión que se abate sobre el pueblo. “Todo era mucho más cruel y sangriento de lo que jamás hubiéramos imaginado”, comenta Mónica. Decide unirse a la resistencia y se convierte, según su hija, en ”el pilar de la red encargada de encontrar refugio a los dirigentes clandestinos” de la izquierda. Carmen, que se había separado de Andrés Pascal, vive en la clandestinidad con otro dirigente célebre del MIR, Miguel Enríquez, de quien espera un hijo.
El 5 de octubre de 1974 la Policía política descubre el escondite de la pareja: Miguel Enríquez muere en combate y Carmen, gravemente herida, es encarcelada. Sus padres, que se habían exiliado en Inglaterra, consiguen que la liberen. La hija se les une un tiempo más tarde en Cambridge. Carmen da a luz un niño que morirá poco después: “Los militares también lo mataron a él”.
Exiliada en París, Carmen viaja por las capitales de Europa en una gira de solidaridad con la resistencia chilena. Fue entonces cuando comenzó a escribir el relato de sus últimos días con Miguel Enríquez en Santiago: “la dictadura era una máquina de olvido, tenía que continuar el combate como pudiera”.
Durante ese periodo, Mónica y Fernando regresan a Chile (1978), donde se encuentran con una dictadura arrogante y represiva. Con sus amigos del Centro Cultural Mapuche y de la asociación Mujeres por la vida, Mónica elige la cultura y, en ocasiones, el humor negro como arma contra el régimen. Un ejemplo fue la épica Operación Chancho, en la que se verá en una loca carrera por las calles de Santiago a un cerdo vestido con una gorra como la del general Pinochet. Pero es a partir de 1983, con las protestas y los cacerolazos, que la mecha del descontento se enciende. Las huelgas generales y las manifestaciones callejeras se suceden, pero la rebelión popular entra en crisis tras los asesinatos de militantes por los servicios del régimen y el fracaso de la tentativa de atentado contra Pinochet por parte del Frente Patriótico Manuel Rodríguez. Finalmente, con la victoria del NO en el plebiscito de 1988 comienza el ocaso de la dictadura y el inicio de una muy larga “transición a la democracia”.
En París, Carmen rehace su vida, se casa nuevamente, es madre, pero permanece alejada de Chile, salvo para una corta visita a su padre enfermo, en 1987. En 1993 regresa al país por un periodo más largo para co-realizar el documental La flaca Alejandra que cuenta la trágica historia de Marcia Merino, dirigente del MIR quebrada por la tortura, que se convertirá durante largo tiempo en una colaboradora del régimen y en agente de su Policía política, la tristemente célebre DINA, antes de arrepentirse y ponerse al servicio de las familias de las víctimas.
“Tú has construido un destino de mujer libre”, escribe Carmen a su madre, pero lo mismo se aplica a ella, “sin promesas de porvenir”, simplemente motivada por la necesidad de luchar “para terminar con estas realidades de injusticia y opresión”.
“¿No habré sido una privilegiada -se pregunta Mónica- y deba cantar en el ocaso de mi existencia junto a Violeta Parra Gracias a la vida que me ha dado tanto?”
Entrevista a Mónica Echeverría
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