Daniel Chavarría, uno de los grandes
El escritor uruguayo Daniel Chavarría, radicado en Cuba desde 1969, falleció en La Habana el 6 de abril de 2018, a los 84 años de edad. En Txalaparta tuvimos el placer de publicar varias de sus obras. Se va un grande de la narrativa latinoamericana y un gran amigo. Amigo de esta editorial, de los vascos y las vascas y de nuestra causa. Lurra arina izan dakizula.
Militante revolucionario, comenzó sus militancia en 1957 en Uruguay: “Fui un stalinista hasta que se produce la revolución cubana, y ahí, entendí, sobre todo, que la democracia de Fidel era algo diferente. Yo era sectario como todos los comunistas de la época. Y además creía en eso. Mis compañeros y yo teníamos conciencia de estar trabajando por el futuro de la humanidad, y la fórmula era seguir a la URSS, el movimiento obrero internacional capitaneado por el camarada Stalin, eso era así. Pero cuando surge la revolución, aparece atrás la inmensa figura de Martí con todo su humanismo, con sus cosas, y me doy cuenta que estos hombres, eran herederos del pensamiento martiano, por eso se le llama la generación del centenario, y eran algo diferente. Entonces, entré en contradicciones con el partido y me salí del partido”. Trató de formar un movimiento -otro- revolucionario en Colombia y, así, en una avioneta secuestrada en Bogotá llegó a Cuba en 1969.
Dueño de una espectacular formación clásica, fue traductor de alemán y profesor de latín y griego. Inició en 1978 con la publicación de Joy una meteórica carrera literaria, destacando en la novela negra, la histórica y el ensayo. Sus libros se agotaban nada más salir a las librerías cubanas y, aparte del favor del público, cosechó un auténtico rosario de premios, tales como el Premio Nacional de Literatura en Cuba (2010), el Dashiel Hammet de la Semana Negra de Gijón, el premio Planeta-Joaquín Mortiz en México, el Educación y Cultura en Uruguay, el Edgar Allan Poe estadounidense, el Casa de las Américas, Alejo Carpentier, Camilo José Cela etc.
Daniel Chavarría, un amigo
Txalaparta lo conoció en Gijón, en la Semana Negra. Conocedor de sus orígenes vascos, hizo buenas migas con los refugiados vascos en Cuba y era asiduo participante de los Aberri Eguna celebrados en La Habana. Para esta editorial realizó una excelente traducción del alemán del libro El oro de Caramablú, una fascinante alegoría del euskera de Johanes Urzidil, escritor perteneciente al círculo de Kafka.
Se inició en la literatura de la mano de Emilio Salgari y Mark Twain. “Me apoyo extraordinariamente en mi vida, como punto de partida. Luego invento, mucha ficción", decía. Y esa vida quedó plasmada en sus memorias Y el mundo sigue andando, que pusieron de relieve una vida personal llena de aventuras y la evolución de su conciencia revolucionaria.
Siempre tuvo claro que la ficción, las novelas, era la mejor forma de llegar con sus ideas políticas a un público menos ideologizado, y a ello consagró buena parte de su vida junto a su entrañable compañera Hilda, que leía y corregía todos sus trabajos. Sus ideas políticas lo llevaron a huir a Cuba y por sus ideas siempre tuvo claro su compromiso con la Revolución cubana y con el resto de pueblos del mundo. Para nosotros y nosotras ha sido un honor haber podido publicar una parte importante de su vasta bibliografía: Una pica en Flandes (2009), Príapos (2010), Allá ellos (2011), Adiós muchachos (2013) y Raúl Sendic. Por la huella de Artigas (2015). Y lo hicimos, además, desde los lazos de amistad y fraternidad que siempre nos han unido con el autor uruguayo y su inseparable esposa. Era, sin duda, un amigo de la causa vasca.
A finales del 2017, Hilda Chavarría nos escribió y nos dijo: “A fines de noviembre Daniel se cayó en la calle y se fracturó el hombro y la cadera ya operada. Todavía estamos en el hospital ortopédico y muy pronto vamos a ingresar en rehabilitación. Como siempre tenemos a los mejores amigos en el corazón no podemos dejar pasar otro año sin dedicarles nuestros mejores deseos y un gran beso”. Le devolvimos los besos y le aventuramos una pronta recuperación y deseamos poder volver a juntarnos pronto bajo el cielo habanero. No va a poder ser. Afortunadamente, nos deja su recuerdo y su obra, tanto la literaria como la vital.
Revolucionario impenitente, sus éxitos y reconocimientos internacionales no le llevaron a rebajar la profunda carga radical de su literatura. En una hermosa carta escrita a un preso vasco nos contó:
Cuando uno ha vivido con mentalidad de colmena (‘con los pobres de este mundo quiero mi suerte echar’ decía José Martí); cuando tu destino ha sido el de todo un pueblo, resulta difícil alegrarse solo por los éxitos de uno mismo. Y cuando me desborda la tristeza, salgo a quitármela corriendo por las calles soleadas de La Habana en mi nueva bicicleta china. Y hay algunos días, no muchos, sobre todo en noches de apagones y estrellas rutilantes, en que miro este cielo agujereado de nuestros tiempos y hasta me atrevo a esperar que, por esos mismos agujeros, bajen comunistas de otras galaxias a castigar a los malos y poner las cosas en su lugar.
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