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Odio a Txus Pérez Artuch, autor de este libro | Patxi Irurzun

Dos días más tarde de ponernos en contacto con Patxi Irurzun para encargarle una biografía de Marco Antonio Sanz de Acedo, más conocido como Eskroto-Gavilán, Patxi recibió un email en el que Txus Pérez Artuch le pedía alguna aportación para un trabajo que estaba escribiendo sobre… ¡Eskroto! Txus tenía el libro muy avanzado y finalmente es su trabajo el que os presentamos. Y Patxi, y todos nosotros y nosotras con él, se felicita de que así haya sido, tal y como señala en el prólogo del libro, que reproducimos a continuación.

Odio a Txus Pérez Artuch, autor de este libro

Me da lacha. Lo confieso. Me da mucha vergüenza escribir este prólogo. Me siento un impostor, un intruso. Yo nunca conocí a Eskroto, a Gavilán —y a Marco Antonio mucho menos aún—. Personalmente me refiero. Yo solo conocí al personaje, al artista. Lo conocí desde debajo de los escenarios; o viéndolo pasar por la fría y oscura plaza del Castillo con los pelos de punta o de colores, o con una chupa de cuero en cuya espalda se reivindicaba por todo el morro “Priva gratis”; lo conocí desde la seguridad de retaguardia, mientras él, por el contrario, encabezaba sin miedo una okupación, abanderaba una meada y cagada popular en el ayuntamiento, le robaba la gorra a un munipa…

Me quedaba a cuadros cada vez que lo veía o lo escuchaba en la Eguzki Irratia. Admiraba y envidiaba su desparpajo, su inteligencia, su chispa… La chispa. Creo que esa es la clave de todo. Eskroto era un tío salado. Salado como el pan, como decían Los Rodríguez. Es decir, con miga: debajo de la corteza, de sus ocurrencias, de sus aparentes gansadas, había siempre una reflexión existencial, un recado, un destello deslumbrante de sensibilidad y de sabiduría popular… Pienso ahora que Eskroto quizás era gracioso porque no le quedaba otra, porque cuando tu mundo interior está lleno de recovecos, de profundidad, necesitas prender muchas veces y con mucho tino esa chispa, por ver si de vez en cuando atisbas algo o eres capaz de encontrarle sentido a esta cochina vida, que cantaban los Huajolotes.

Pero no lo sé. Son solo suposiciones, preguntas lanzadas al aire. ¿Se vio sobrepasado Eskroto por su propia genialidad? ¿Tuvo que elegir entre la tumba o el escenario? ¿Son esos los dos únicos caminos posibles para quien ha nacido impepinablemente artista?... No lo sabemos, ni siquiera lo saben quienes sí lo conocieron. Las respuestas se las llevó todas consigo el propio Eskroto, como bien dijo en una ocasión Jimmi, su compañero en Tijuana in blue. Y no hay que darle más vueltas. Además, tampoco es de lo que yo quería hablar en este prólogo.

Ni de lo que va este libro.

De lo que va este libro en realidad no es de lo que Eskroto se llevó sino de lo que nos dejó, que fue mucho: sus canciones, sus performances sobre el escenario, la manera en que fue capaz de reconstruirse cuando le dio por hacer un mariachi, su ingenio… Su chispa, otra vez. De hecho, su recuerdo, su luz, todavía sigue haciendo chiribitas en la memoria de muchos de nosotros, en la de quienes fueron sus compañeros de conjunto, en Tijuana in Blue o en los Huajolotes, o en la de quienes compartieron escenario con él, pero también en la de quienes lo vimos desde abajo, embadurnados de barro y vísceras, de clarete y speed, como demuestra este De profesión: artista de Txus Pérez Artuch.

Y eso, por cierto, es uno de los dos asuntos de los que yo quería hablar en este prólogo: de Txus Pérez Artuch, el autor de este libro, al que odio profundamente, como he adelantado en el título. ¿Por qué? Se preguntarán ustedes. Pues mi sencillo: porque este libro tenía que haberlo escrito yo.

Me explico: he confesado más arriba que me da lacha escribir sobre Eskroto, a quien no conocí, pero lo cierto es que no tuve ninguna vergüenza cuando un día desde Txalaparta me propusieron embarcarme en un libro biográfico sobre él. Me cegó la luz, la admiración por el personaje y en un arrebato acepté el envite. Solo dos días más tarde, Txus, sin saber nada al respecto, me escribió pidiéndome alguna aportación para un trabajo que estaba escribiendo sobre… ¡Eskroto! ¡No me lo podía creer! Me habían puesto un caramelo en la boca y apenas le había dado dos chupetones el destino venía a sacármelo con las uñas sucias.

Reconozco, de todos modos, que estuvo bien que fuera así. Días más tarde me tomé un café en la plaza Ezkaba de la Txantrea con Txus y este me estuvo explicando sus planes, mostrando y leyendo páginas de su libro, que estaba ya en un proceso muy avanzado, y comprendí que el trabajo de investigación, la búsqueda en hemerotecas, las llamadas y entrevistas a personas que sí conocieron a Marco Antonio, habrían sido inaccesibles para mí y mi carácter introvertido, asocial y caótico y que yo a lo más que habría llegado habría sido a hacer literatura sobre el tema. De profesión: artista es, por el contrario, una biografía minuciosa, rigurosa, pero al mismo tiempo escrita con la calidez que da el respeto y el cariño hacia su protagonista, en la que los seguidores y admiradores de Tijuana in Blue y de los Huajolotes reconocerán y revivirán la figura de su inolvidable y dicharachero cantante, pero en la que también encontrarán hallazgos, datos desconocidos u olvidados, pistas para continuar recordando y descubriendo como se merece a Eskroto/Gavilán/Marco Antonio.

El otro asunto del que quería hablar aquí es casi una coda, sin mucha relación con lo hasta ahora expuesto, y viene determinado por el hecho de que haya tenido el privilegio de ser acompañado en la introducción a este libro por otra persona a la que, como a Eskroto, también admiro, como es Marino Goñi, y quien, en alguna ocasión, en alguna de las conversaciones siempre enriquecedoras que he mantenido con él, ha apuntado lo que viene a continuación.

Marino Goñi, quien desde la discográfica Soñua grabó los primeros discos de grupos como Hertzainak, Barricada, La Polla Records… (y más tarde también Tijuana in Blue o Kojón Prieto y los Huajolotes) realizó hace unos años un documental titulado ¡Córtate el pelo!, en el que reivindicaba los grupos de rock navarros de la década de los sesenta. A todos nos resultó sorprendente e inesperado que Marino hubiera decidido contarnos la historia de estos grupos sesenteros, en lugar de la del Rock Radikal Vasco, que vivió en primerísima persona. Pero tenía razón: sin ellos, sin esos grupos pioneros, no habría venido todo lo demás. Y ellos, sin duda, habrían bebido de otros que los precedieron y cuya historia está en ocasiones aún por explorar (hasta remontarnos, por ejemplo, a las rondallas anarquistas o las jotas heréticas, sobre las que sí escribió afortunadamente José Mari Esparza) en un ejercicio de memoria histórica a la que, como señala el propio Marino, tal vez no damos la importancia que merece: la memoria histórica del ocio, de las pequeñas cosas, que si embargo nos conforman, forjan nuestra cultura y nuestra visión del mundo.

En ese hilo la figura de Eskroto y de sus grupos creo que tiene una importancia fundamental. La estela de Tijuana in Blue o de los Huajolotes, su estilo socarrón, irreverente, descacharrante, paródico, brutote… tan navarro, en suma, la tomaron otros grupos como Los insoportables, Lendakaris muertos, Bizardunak… conformando una escuela, un carácter propio, del que también intuyo que beben —lo de beber, el txago también es importante, un rasgo definitorio— grupos actuales como Chill Mafia (de hecho, Kikiki Frexko, uno de los miembros de este colectivo me agradeció que los hubiera citado en mi novela Tratado de hortografía por haberlo hecho en una página en la que, dos párrafos más arriba, también citaba a Eskroto).

Quiero decir, en definitiva, que De profesión: artista es también un libro de memoria histórica, de esa otra memoria histórica que, a veces, eclipsada por la gravedad de otros asuntos, ciertamente más urgentes y dolorosos, menospreciamos o no tomamos en consideración pero que necesitamos igualmente mantener viva, pues no debemos olvidar nunca que la vida no siempre es tan cochina como cantaban los Huajolotes (es decir, que también hemos reído, y hemos bailado, que hemos sido y somos y seremos felices) y que eso se debe precisamente a los buenos momentos que nos regalaron personas como su cantante, Gavilán, Eskroto, Marco Antonio, a quien siempre recordaremos, incluso quienes no lo conocimos.

Sarriguren, 30 de septiembre de 2021

Patxi Irurzun

Novelas RRV de Patxi Irurzun

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