3 de abril de 1516 • Comienza la destrucción de los castillos de Navarra | 50 fechas clave de la conquista de Navarra
En 50 fechas clave de la conquista de Navarra, Joseba Asiron y Martintxo Altzueta reconstruyen los 50 hechos más relevantes de la conquista del Reino de Navarra, y recrean los pasajes y personajes de la resistencia frente a la invasión castellana. En este capítulo describen la destrucción de las murallas y castillos, una represalia decretada por el cardenal Cisneros tras el fracaso de la última intentona legitimista.
El fracaso de la intentona de marzo de 1516 trajo consigo la destrucción de las murallas y castillos de Navarra, represalia decretada por el mismísimo cardenal Cisneros, y las primeras órdenes encaminadas a dichos derribos fueron cursadas el 3 de abril de 1516. Cayeron los muros de localidades como Sangüesa, Rocaforte, Tudela, Corella, Tafalla, Olite, Falces, Azagra, Peralta, Mendigorría, Lerín o Cintruénigo. Ni siquiera se respetaron las murallas del monasterio de Orreaga, que desaparecieron para siempre bajo las piquetas castellanas.
Los nobles legitimistas vieron también sus castillos y torres de linaje derribados, como ocurrió con el palacio de Igúzquiza, propiedad de los Belaz de Medrano, o con la torre de los Azpilkueta en Baztan, o con los también señoriales castillos de Gollano, Cábrega, Ablitas y el de Xabier, propiedad de los Jaso. Aunque las demoliciones continuarían durante el verano, el 10 de junio de 1516 se consideraba terminado el derribo de las murallas de Tafalla, así como el del magnífico cinturón defensivo de Tudela, orgullo de la castellología navarra. Desaparecía así la fortaleza que había sido punta de lanza contra las invasiones desde tiempo inmemorial, con su doble recinto concéntrico, dotado de albacar, y sus quince torres de flanqueo en torno a la torre mayor, desde la cual se habían vigilado los pasos del Ebro al menos desde el siglo IX.
Los castillos habían conformado durante centurias el paisaje más caracterizado de los pueblos, como símbolo de la autoridad y de la legitimidad medieval. Al hacerlos desaparecer se pretendía invisibilizar al propio estado navarro. Otro tanto ocurría con las murallas de los pueblos y ciudades, puesto que, más allá de su función militar, amortizada en la mayoría de los casos hacía siglos, marcaban el límite físico de la localidad, el marco estable de una comunidad solidaria, la barrera eficaz contra epidemias, saqueadores y alimañas. Daban, sobre todo, una sensación de seguridad de inestimable valor en la época, cumpliendo con lo que D. Hourcade denominó «théorie de la normalité de la muraille». El derribo de las estructuras defensivas, consecuentemente, hay que entenderlo en clave política y moral: se trataba de quebrar la voluntad de lucha de los navarros. Y si alguien tiene hoy dudas de esto, nos quedan las palabras del propio encargado de las destrucciones, Cristóbal Villalba, que en su informe al cardenal Cisneros aseguraba literalmente que, tras los derribos, en Navarra no había persona que osara levantar la cabeza.
50 fechas clave de la conquista de Navarra (1512-1525)
Joseba Asiron Saez Martín Alzueta 'Martintxo'
Argitaletxea Txalaparta
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